Un proyecto de inclusión real para los niños de El Gallinero

 

Apenas 12 kilómetros separan a un niño del centro de Madrid de uno de El Gallinero. Una distancia que no tendría por qué significar nada. Sin embargo, es probable que el primero viva en un piso en la calle Atocha y vaya acompañado hasta la escuela o el jardín de infancia cercano, mientras que el segundo vive en un asentamiento chabolista, en viviendas de 15 metros cuadrados sin agua corriente. Hace cuatro años las diferencias entre ambos hubiesen sido palpables, pero a día de hoy son invisibles a ojos de un niño. Al menos eso prueba el proyecto de educación inclusiva de calidad que llevamos a cabo en nuestras Escuelas Infantiles Montemadrid (EIM) con los niños de El Gallinero.

«En un ambiente normalizado todos los niños son iguales«, explica Gabriel Granado director de EIM. Él ha visto crecer y evolucionar este proyecto que une a niñas y niños del poblado chabolista de El Gallinero, principalmente de origen rumano, con otros del resto de la ciudad. «En cuanto eliminas barreras como la higiene o la alimentación, los niños se integran rápidamente porque nadie nota la diferencia. Los niños entre ellos no tienen ningún problema», explica Gabriel.

La Fundación Montemadrid puso en marcha este proyecto junto a la Consejería de Educación, Juventud y Deporte de la Comunidad de Madrid, que facilita que un autobús recoja a los niños para trasladarlos a centros educativos próximos, y la colaboración de Cruz Roja para conocer la realidad familiar y social de estos menores en el poblado.  «No se trata sólo de integrarlos con niños de otros colegios, también de bañarlos, darles el desayuno y crearles una serie de hábitos y rutinas que son esenciales a estas edades», cuenta Gabriel sobre estos chavales de entre tres y seis años.

«El único problema que tienen es dónde les ha dejado la cigüeña, pero eso no tiene absolutamente nada que ver con sus capacidades«, cuenta nuestro director de EIM. Él mismo ha sido testigo de cómo niñas y niños de distinta procedencia se relacionaban entre sí sintiéndose integrados y cómodos. «El lenguaje antes era una barrera fundamental, porque llegaban a la escolarización primaria sin hablar prácticamente nada de castellano», cuenta Gabriel. Un hecho que les suponía una barrera que ahora afrontan a edades muy tempranas en las que la asimilación de otros idiomas y culturas es muy natural.

«A esas edades los niños son capaces de desarrollar un sentimiento de solidaridad inaudito«, explica nuestro director de Escuelas Infantiles Montemadrid. Es decir, que la integración no sólo ha repercutido en beneficio de los niños de El Gallinero, sino de todos los alumnos. Tiene un reflejo positivo en el entorno de las aulas, basado en el respeto y la tolerancia. Valores sobre los que luego desarrollan todo su potencial, hayan nacido o no en el centro de Madrid.