La buena alimentación, un aliado para combatir el Párkinson

Muchas veces no nos percatamos del impacto que tienen los alimentos que comemos en nuestra salud. El 16 de octubre, coincidiendo con el aniversario de la fundación de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) se celebra el Día Mundial de la Alimentación, fecha en la que es importante destacar la necesidad de cuidar nuestra alimentación para mantener un estado de salud óptimo y contribuir a un desarrollo físico e intelectual adecuado.

La persona con Párkinson precisa de una atención integral para mejorar su calidad de vida y, dentro de esta atención integral, la alimentación y la nutrición cumplen un papel cardinal. Una persona afectada en principio no tiene unas necesidades nutricionales diferentes a las personas que no padecen la enfermedad; sin embargo, algunos síntomas de la enfermedad están estrechamente relacionados con la alimentación por lo que se han de tener en cuenta en los hábitos diarios.

Una dieta equilibrada puede ayudar a mantener un estado nutricional correcto, sin embargo cada Párkinson es diferente, y no todas las personas afectadas desarrollan los mismos síntomas, por ello es importante estar bien informado y conocer qué síntomas de la enfermedad pueden derivar en problemas nutricionales.

El estreñimiento o la disfagia (dificultad para tragar los alimentos y bebidas) son síntomas muy característicos de la enfermedad y pueden mitigarse con alimentos específicos. Por otro lado, la pérdida del olfato, uno de los síntomas comunes en las primeras etapas, puede influir directamente en el sabor de los alimentos que ingerimos.

Por otra parte, la depresión es un síntoma no motor a considerar, ya que los cambios en el estado de ánimo pueden llevar a limitar el consumo de alimentos e influir en el peso de la persona. Hay que tener en cuenta que ésta no es siempre la causa de la pérdida de peso, ya que el propio proceso de envejecimiento también afecta al cuerpo haciendo que disminuya la masa muscular.

Por último, los tratamientos farmacológicos también pueden influir en la alimentación y generar molestias gástricas o náuseas, por lo que es muy necesario tenerlos en cuenta a la hora de establecer una dieta. Algunos fármacos como la levodopa son incompatibles con la ingesta de alimentos ricos en proteínas, por ello es preferible consumirlos por la noche.

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¿Qué podemos hacer para mejorar nuestra alimentación?

Existen estudios epidemiológicos que determinan que ciertos alimentos pueden ayudar a mejorar algunos síntomas del Párkinson e incluso proteger de la enfermedad, pero, dado que no está corroborado científicamente y que cada persona desarrolla la enfermedad de una forma distinta, la mejor opción es consultar con el médico cuál es la dieta más aconsejable.

Sin embargo, hay ciertos hábitos que pueden favorecer nuestro estado de salud como respetar los horarios de las comidas y la toma de medicación, evitar distracciones a la hora de comer y hacerlo de una forma tranquila y con una postura correcta, hacer seguimientos periódicos del peso, tomar al menos un litro y medio de agua al día, disminuir la ingesta de grasas saturadas (fritos, pasteles, bollería, etc.) y evitar un consumo alto de bebidas alcohólicas.

Para más información sobre la alimentación y la enfermedad de Parkinson puedes consultar aquí el libro ‘Consejos para pacientes con párkinson: El papel de la dieta en el párkinson. Alteraciones conductuales’ de Javier Pagonabarraga Mora, Antonia Campolongo y Jaime Kulisevsky de la Unidad de Trastornos del Movimiento del Hospital Sant Pau.