Personas con discapacidad por un día

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Dicen que no hay mejor norma para la integración que la concienciación de ese entorno que parece olvidarse, u opta por apartar, a una de la fichas angulares que componen su puzzle. Y es que, muchas veces, ante la discapacidad, miramos hacia otro lado.

En lo que a barreras físicas se refiere,  alumnos de Arquitectura de la Universidad estadounidense de Notre Dame, en el estado de Indiana, han vivido la necesaria experiencia de ser discapacitados por un día.

Fueron 47 los que se pusieron en la piel del otro y, entre otras pruebas, tuvieron que desplazarse por diversas zonas del campus con los ojos vendados o utilizando muletas y sillas de ruedas. Dichas actividades les hicieron sentir las dificultades a las que se enfrentan las personas con discapacidad física, motriz y sensorial en su vida cotidiana.

Los futuros arquitectos se dieron cuenta de las continuas barreras que les plantamos en el camino y, según destacaron, se percataron de cosas en las que nunca habían pensado antes, como los problemas que entrañan las rampas de acceso empinadas o lo difícil que resulta orientarse a un ciego en estancias amplias como un comedor universitario.

De esta manera, se lo pensarán dos veces al diseñar un edificio con múltiples escaleras y sin ascensor, sin rampas de acceso o mal diseñadas, con puertas estrechas por las que no se puede entrar e interruptores a los que no se alcanza, entre otros.

«Autonomía e inclusión deben ser aspectos clave en nuestros diseños, debemos lograr que las personas con discapacidad sientan que pueden desenvolverse en cualquier edificio que proyectemos», declara una de las alumnas que tomó parte en la actividad.

La experiencia de Notre Dame debería ser una asignatura obligada en todos los centros de estudios y no sólo para futuros arquitectos sino para todos los estudiantes porque, además de las físicas, todavía son muchas las barreras mentales que ponemos a la discapacidad.