La realidad de Somalia, el país de los piratas

Foto de una aldea somalíSe dice que los piratas aparecieron en el mundo poco después de que el primer hombre decidiera hacerse a la mar. Episodios de la Grecia Clásica como el de Jasón, que guió a los Argonautas para conseguir el Vellocino de Oro, o el de Odiseo en su regreso a Ítaca, tan cargado de muertes y saqueos, son considerados como claros actos de piratería.

Aunque el término piratería nos remonte a épocas ancestrales como la del Imperio Romano, la Edad Media o el descubrimiento de América, así como a banderas negras y calaveras, esta práctica vinculada al robo y al secuestro en altamar (aunque casi siempre los piratas han sido considerados héroes en sus naciones), continúa siendo motivo de titulares en los medios de comunicación.

Uno de los sitios más asociados con la piratería en nuestros días es Somalia, una nación ubicada en la zona conocida como ‘Cuerno de África’ (al noreste del continente) y que, al carecer de un Estado con estructura formal (el territorio está dividido en zonas de influencia dirigidas por clanes, señores de la guerra y líderes religiosos), ni siquiera se puede considerar como un país propiamente dicho.UN PAÍS FALLIDO
Además de ser considerado el lugar más pobre, corrupto y peligroso del mundo, lo que se conoce con el nombre de Somalia es un territorio donde habitan unas 12 millones de personas con una media de ingreso mensual de sólo 30 euros. Según algunas estimaciones, de cada 100 habitantes, 60 son pastores nómadas o seminómadas de vacas, camellos, ovejas o cabras; 25 se dedican a la agricultura de consumo en las regiones fértiles del sur (entre los ríos Juba y Shebelle); y las 15 restantes viven en las escasas áreas urbanas.

Su capital simbólica es Mogadiscio. Se escogió como tal el 1 de julio de 1960, fecha en que Somalia se independizó de Italia y Reino Unido y se proclamó como país. Esta ciudad se ubica en la costa del Océano Índico y cuenta con una población de 1.700.000 habitantes.

Somalia ostenta tristemente las peores condiciones de vida del mundo, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU). La esperanza de vida de los somalíes llega sólo a los 49,7 años (en Noruega, el país con más alto Índice de Desarrollo Humano (IDH) del mundo, la cifra llega a 80,5 por ciento). Esto significa que en Somalia una persona es anciana a los 35 años.

Caos, hiperinflación, sequía, hambre, desplazados, muerte y guerra son términos que encajan a la perfección para describir a este lugar que, aunque está ubicado muy cerca del Ecuador Terrestre, tiene la mayor parte de su territorio en estados árido y semiárido, con lluvias casi nulas. En otras palabras, Somalia es algo así como el infierno.

Este seudopaís africano importa el triple de lo que exporta y la vida de sus habitantes depende de las ayudas de otras naciones. Sólo hay un médico por cada 25 mil habitantes (sólo 100 en Mogadiscio) y la malnutrición afecta a 26 de cada 100 niños menores de cinco años. Además, existe más de un millón de refugiados somalíes fuera del continente africano y otros cientos de miles de desplazados en países vecinos o en el interior de su propio territorio.

Aunque su tasa de mortalidad infantil es de 114,89 muertes por cada 1.000 nacimientos, se estima que Somalia tiene el más alto índice de crecimiento poblacional de África. Por ello, registra la increíble tasa media de siete hijos por cada mujer. A esto se debe añadir que casi el 90% de la población es analfabeta.

Con respecto a la religión, el 98,4% de los somalíes son musulmanes y el restante 1,3% profesa el cristianismo u otras creencias. Como la mayoría es suní, casi la totalidad de la nación no toma alcohol ni practica juegos de azar, pero sobre todo no come cerdo. Por ello, y porque en su país la agricultura es casi imposible, su alimento preferido y casi el único al cual podrían tener acceso es el pescado.

¿LOS VERDADEROS PIRATAS?
El pescado. Este producto ha sido ancestralmente el alimento de los pueblos tribales asentados en el ‘Cuerno de África’, que con el transcurrir de los siglos se convirtieron en Somalia. El periodista español Bruno Cardeñosa, a través del programa radial ‘La Rosa de los Vientos’, presentó en noviembre del 2009 un informe muy completo sobre las causas de la piratería en Somalia, que se puede encontrar en Youtube. Allí se empieza a contar la historia de este país desde su fundación como tal en 1960.

“Después de haber estado sometido al colonialismo y pillaje de Europa, Somalia se independizó en 1960 de Italia e Inglaterra. Sin embargo, las nada claras fronteras desataron guerras con países vecinos como Etiopía y Kenia. Contra Etiopía la guerra duró 11 años”, narra el informe.

Uno de los episodios que marcó más a Somalia ocurrió en 1991, cuando el dictador Mohamed Siad Barre fue derrocado por la oposición y tuvo que huir del país. Entonces, Somalia se desmembró y Mogadiscio quedó en manos del general Mohamed Farah Aidid. Esto desató una guerra civil que causó más de 300.000 muertos, que en poco tiempo cumplirá 20 años y que aún no muestra visos de solución.

“Desde entonces, el país está descuartizado, dividido en regiones lideradas por clanes. La pobreza se ha convertido en un anhelo, porque la miseria que se vive allí es inimaginable”, subrayael informe.

En el presente, se desconoce el número exacto de muertos y desplazados somalíes por las guerras y los intereses foráneos que, confabulados con la corrupción, han desangrado a este pueblo.

“Sólo se mira a Somalia para hablar de piratería o del Islam, pero la piratería no es el principal problema… es el hambre”, precisa el informe.

Con el desmembramiento político del país, en 1991, también ocurrió un hecho que se podría considerar como la génesis de la piratería actual en Somalia. Al fracturarse el Estado, y convertirse en un lugar sin gobierno ni leyes, también desapareció la Guardia Costera, que patrullaba las aguas del Índico para evitar la pesca ilegal en aguas somalíes. Al desactivarse la vigilancia, los mares de Somalia se fueron llenando de buques internacionales, sobre todo pertenecientes a empresas europeas, chinas y norteamericanas, que depredaron ilegalmente el mar somalí de una forma tan increíble que las ya empobrecidas personas prácticamente perdieron su único alimento: el pescado.

Atún, camarones, langostas, barracudas y rayas. Estos animales eran capturados por los barcos, mientras que los peces más pequeños eran separados y devueltos sin vida al mar. La imagen de toneladas de pescados muertos y varados en las orillas indignaba al pueblo somalí.

Eso no fue todo. Muchos buques no sólo se llevaron los peces, sino que arrojaron basura radiactiva en las aguas de Somalia. Uranio, cadmio y mercurio fueron algunos de los elementos que se lanzaron en barricas hasta el fondo del mar. No obstante, el tsunami del año 2005 sacó a flote estos depósitos que envenenaron las aguas, mataron a los peces y se presume que causaron la muerte de al menos 300 personas en las costas (hasta ahora hay niños que nacen con malformaciones).

Se presume que muchos de estos metales provienen de fábricas y hospitales europeos y que la mafia italiana habría sido una de las encargadas de arrojar –a bajo precio– estos desechos en el mar.

SURGEN LOS PIRATAS
En esta coyuntura apareció la piratería. Fueron los mismos pescadores artesanales somalíes quienes se agruparon y, bajo el nombre de Guardacostas Voluntarios, empezaron a patrullar las aguas de su país para evitar la pesca ilegal y capturar a quienes ingresen en sus aguas. Utilizando barcos medianos y lanchas, así como garfios, cuerdas, armas de fuego y hasta cohetes conseguidos mediante el tráfico ilícito de armas, los piratas empezaron a interceptar a los barcos y a tomar como rehenes a sus tripulantes, para luego pedir millonarios rescates. La figura consiste en que, tras las negociaciones, un helicóptero se acerca al barco capturado y arroja bolsas con el dinero pactado. Después, los piratas liberan a sus víctimas y se marchan.

El objetivo fue siempre pedir dinero y luego huir. Algo así como cobrar impuestos. Cuando apareció la piratería, uno de los líderes de estos grupos, Sugule Ali, dijo:

“Nuestro objetivo es detener la pesca ilegal y la descarga en nuestras aguas… No nos consideramos bandidos del mar. Consideramos bandidos del mar a quienes pescan ilegalmente y descargan en nuestros mares, tiran basura en nuestras aguas y portan armas en nuestros mares”.

Considerando que el Golfo de Adén, ubicado al norte de Somalia, es el lugar de paso para el 30% del petróleo del mundo, la presencia de los piratas empezó a preocupar a países como Estados Unidos, China y a la Unión Europea, sobre todo, pues sus barcos eran atacados y secuestrados. No obstante, la piratería, como una respuesta ante los abusos y la pobreza, fue degenerando y se convirtió en una forma de vida. En un buen negocio.

NO SON ROBIN HOOD
Lejos de la imagen del varón inglés que asaltaba a los nobles para distribuir la riqueza entre los pobres, los piratas somalíes se han convertido en delincuentes. La doctora egipcia Soha Abboud Haggar, especialista en estudios árabes e islámicos y docente de la Universidad Complutense de Madrid, considera que la piratería surgió motivada por la pobreza de Somalia, pero reconoce que ahora mismo los piratas han conformado mafias que tienen el único propósito de lucrar.

“Los piratas viven rodeados de un mundo muy rico y el atracar barcos es una forma de ganar dinero y vivir mejor. Se lucran ellos y son unos piratas, como su nombre lo dice”, asegura.

Tras aclarar que no se debe relacionar a la piratería somalí con el Islam y recordar que la pobreza fue el desencadenante de los atracos a los barcos, Abboud Haggar explica que en Somalia se han conformado núcleos liderados por los piratas que se han enriquecido.

“Ahora en Somalia hay núcleos que se enriquecen y que compran armas. Los piratas han visto en esto una fuente de dinero impresionante”, precisa.

Y no se equivoca. Aunque los piratas aseguran distribuir los rescates “con justicia”, se conoce que el dinero recaudado por cada barco, que puede ir entre 250.000 y dos millones de euros, no llega al pueblo que muere de hambre. El pueblo norteño de Eyl, ubicado en la región de Puntland, ha encontrado en la piratería una forma indirecta de desarrollo. Desde restaurantes y hoteles muy bien acomodados (sobre todo para la estancia y la alimentación de los secuestrados), hasta la construcción de casas de lujo y la circulación de coches del año, esta localidad se ha enriquecido de forma desmedida gracias a los rescates conseguidos por los piratas. Esta situación ha encarecido el lugar y ha introducido la prostitución y la venta de drogas y alcohol. Además, ha permitido que muchos de los asaltantes, al tener los recursos económicos suficientes, puedan contraer matrimonio con varias mujeres.

Los más favorecidos con el dinero de los rescates son, sin duda alguna, los jefes de las milicias que dominan parte del país y los líderes de las agrupaciones piratas. Se presume que los piratas que abordan los barcos obtienen un 30% del botín. Otro 30% se destina a sobornar a oficiales locales, un 20% más para los cabecillas y el 20% restante se destina a la compra de municiones y víveres. Incluso, se cree que los piratas habrían creado una especie de bolsa de valores en la localidad de Haradheere (con unos 6 mil habitantes), donde puede invertir (de forma directa o aportando armas o dinero) todo aquel que quiera obtener alguna ganancia de los atracos a los barcos.

Se estima que ahora existen unos 1.500 piratas y que cada día se suman más jóvenes a sus filas, atraídos por el dinero. Ser pirata se ha convertido, para la juventud, en una aspiración. Es decir, la población somalí ahora ya no anhela convertirse en pescadora, sino en pirata.