La apuesta por la inclusión de la Fundación Arco Iris

Foto: Jorge Villa
Foto: Jorge Villa

La revista ‘Pacientes’, que realizamos aquí en Servimedia, publicaba recientemente un texto de nuestro compañero Jesús Verdegay sobre la Fundación Arco Iris, una entidad sin ánimo de lucro cuyo objetivo es favorecer la integración social y laboral de personas con discapacidad, mediante la formación y creación de empleo digno y estable.

En este Centro Especial de Empleo (CEE) trabajan 54 personas, un conjunto de historias de superación con dos protagonistas: la discapacidad y la competitividad. Términos que han dejado de ser antagónicos, para establecer las bases de la igualdad y el equilibrio de oportunidades.

La Fundación Arco Iris nació en junio de 1999 gracias al esfuerzo de un grupo de personas que de forma individual decidieron ayudar a la sociedad. Dedicada al sector de la perfumería, se estableció con el propósito de crear una vía de apoyo que diese trabajo a personas con discapacidad, un colectivo con pocas ayudas y un elevado nivel de desempleo.

La Fundación trabaja con personas con discapacidad física, psíquica y sensorial. Su plantilla la integran 33 mujeres y 21 hombres con dificultades añadidas dentro del mercado laboral, obligados a un doble esfuerzo para superar sus limitaciones y evitar que la discapacidad les merme. Beatriz Barcia, coordinadora de la unidad de apoyo del CEE, y quien desempeña su labor como responsable del equipo psicosocial, afirma:

“Luchamos por la inserción laboral, pero también por la inclusión social. Un trabajo es el camino para establecer relaciones personales, conseguir una sensación de optimismo y vitalidad, potenciar la independencia…”.

Barcia, con la ayuda de una psicóloga, una psicopedagoga y una trabajadora social, desarrollan un plan de intervención individual para cada trabajador, con el fin de compensar posibles limitaciones con destrezas y habilidades.

El centro especial de empleo

El proceso de selección y formación de los profesionales es sencillo. Cuando se necesita personal, se recurre a instituciones locales a través de sus servicios de asistencia social. El director gerente, Juan Antonio Rubio, continúa:

“Para trabajar sólo se necesitan ganas y voluntad, que la discapacidad no impida un trabajo sencillo de manipulación, además de un reconocimiento de discapacidad de al menos un 33 por ciento por parte de la Consejería de Familia y Asuntos Sociales de la Comunidad de Madrid”.

La Fundación Arco Iris también colabora con centros ocupacionales y otras fundaciones como la Asociación de Padres de Disminuidos Psíquicos de San Sebastián de los Reyes o el Centro de Recuperación de Minusválidos Físicos de Madrid.

Durante los primeros días de trabajo se lleva a cabo una especie de protocolo de acogida. Varias personas con experiencia en la fundación ponen todo su empeño para que la persona que llega aprenda su labor y conozca al resto de sus compañeros. Beatriz Barcia, responsable psicosocial, asegura:

“Las personas con discapacidad llegan a su primer día de trabajo como lo hacemos el resto, la diferencia es que durante esos días nuestra sensibilidad se duplica, damos el tiempo necesario para que los trabajadores se formen y aprendan. Se les apremia para que cada día lo hagan mejor”.

Un CEE, además de la concreta labor social que ha de cumplir, tiene las mismas responsabilidades, estructura y organización que cualquier compañía ordinaria. Ángel Molinero, secretario del centro desde el pasado mes de enero, matiza:

“Estamos regulados por un convenio, un horario, unas vacaciones y un salario base”.

La Fundación Arco Iris, como cualquier otro CEE, sirve de puente entre los centros ocupacionales, con personas con niveles de discapacidad más elevados y que luchan por conseguir una autonomía mínima, y el mercado laboral ordinario. Juan Antonio Rubio explica:

“Tenemos la reconfortable posibilidad de situar a nuestros trabajadores dentro del mercado de trabajo normal, con toda la cantidad de problemas que este salto implica. A la empresa privada le cuesta incorporar a personas con discapacidad en sus plantillas”.

Con las únicas pretensiones de incrementar los puestos de trabajo y el número de clientes, se apuesta por el crecimiento hacia la parcela de los laboratorios farmacéuticos. Estos productos requieren una mayor precisión y limpieza, y para ello se ha habilitado una nave de manipulado y almacenamiento, un punto blanco con más compartimentos. Al tiempo los beneficios obtenidos se reinvierten en la mejora de los puestos de trabajo, las remuneraciones de los empleados y las posibilidades de aumentar la actividad. El mercado de la alimentación es otra de las metas que la fundación pretende alcanzar en el futuro.

Muchas ventajas

Dolores Hernanz, encargada de producción, costes y organización de la Fundación Arco Iris, señala otro de los beneficios de los CEE:

“Entre los trabajadores no existen distinciones, no son los únicos que tienen discapacidad, hecho que potencia un mayor nivel de compañerismo. Formamos una gran familia, nos coordinamos a la perfección y conseguimos lograr un trabajo de verdad”.

Todos los trabajadores tienen una función determinada dentro de  la cadena de trabajo, al tiempo que se rota y, con la experiencia y los años, se logra que todos los empleados puedan desempeñar diferentes labores. En función de las habilidades, las necesidades concretas y el tiempo disponible se alcanza la compenetración y concordancia entre reponedores, carretilleros, envasadores o manipuladores y codificadores.

Los responsables de la fundación coinciden en que trabajar con personas con discapacidad aporta sensibilidad, cariño y una perspectiva más solidaria… Son personas con gran capacidad de superación, que demuestran a diario su valía dando lo mejor de sí mismas.

Unidos, además de establecer disciplina, tratan de dar confianza y apoyo a todos los trabajadores. Ángel Molinero nos cuenta:

“Nos convertimos en amigos, padres, tutores y hasta confesores».

Este testimonio lo reafirman con agradecimiento las personas que impulsan a buen ritmo el trabajo de la fundación. Mario Menjíbar Castro, un trabajador que se ha convertido en una de las piezas clave de este gran puzzle que es la fundación Arco Iris, comenta:

“La sensación de desarrollar una vida laboral con normalidad te obliga a responder con esfuerzo”.

Auténticos protagonistas

A Mario se le conoce como ‘el jefe’. Nada se hace sin que él dé su aprobación: se encarga de la elaboración de los albaranes que acreditan la entrega de los pedidos, de las etiquetas de los productos y las justificaciones de salida de los trabajadores; también de la estadística interna de la empresa, de la facturación y del control de almacenes, una labor que viene realizando desde que la fundación comenzó a dar sus primeros pasos. Después de más de diez años aún recuerda su primer día de trabajo:

“De casualidad supe que iban a abrir un CEE en Algete, hice una entrevista y me seleccionaron”.

Trabajando en el centro especial de empleo

Mario nació con artrogriposis, una anomalía congénita caracterizada por la presencia de contracturas articulares, principalmente en las extremidades. Sin embargo la enfermedad no ha sido un bache imposible de superar para este hombre que, antes de empezar a trabajar en la fundación, fue dueño de una papelería durante más de veinte años.

“La labor del CEE es estupenda, es una salida para todos nosotros, y en momentos de dificultades económicas, todavía más. Se nos da la oportunidad de sentirnos útiles a pesar de nuestras posibles limitaciones”, concluye satisfecho.

Otra veterana en la fundación es Rosa Nieves García, antigua profesora de corte y confección que, muy resuelta y sin perder la sonrisa, reconoce que no puede correr, ni tampoco ser modelo debido a su 47 por ciento de discapacidad, pero puede trabajar con las manos como manipuladora de primera, sin olvidar su labor como punto de apoyo.

“La fundación forma parte de mi vida, y no sólo como persona con discapacidad, también como persona preocupada que intenta ofrecer su ayuda a los demás. Se trata de un doble efecto”, cuenta esta trabajadora y ama de casa que vive sola y se define como guerrera: “Aportar nuestro particular granito de arena nos hace sentir que tenemos las mismas oportunidades que cualquier otra persona”.