El hijo de la novia

El cine ha abordado el asunto del Alzheimer desde muchas perspectivas. Quizás la más tierna y cómica a la vez sea la película de Juan José Campanella, un director que tiene una sensibilidad pasmosa, ‘El hijo de la novia’.

Protagonizada por un trío bárbaro (Ricardo Darín, Héctor Alterio y Norma Leandro), cuenta la historia de un treintañero que afronta la crisis que atraviesa su negocio (un restaurante en el que se sirven, por cierto, unos suculentos platos; conviene, por tanto, ver el filme con el estómago henchido). Su vida sentimental también padece un cielo encapotado por nubarrones, ya que su novia, Natalia Verbeke, se siente sola.

Por si fuera poco, su madre está ingresada en una residencia, afrontando el mal de Alzheimer. La originalidad de la cinta procede de que Norma Leandro ha quedado desinhibida por su enfermedad y eso le capacita para verbalizar lo que piensa sin ningún tipo de tapujo, pudor o convencionalismo. El humor es el salvoconducto de toda la película.

Será precisamente Norma Leandro, la madre enferma, quien, a través de su enfermedad, llegue a lo más profundo de su hijo y le haga recapacitar sobre lo que es importante en la vida. Sobre la fugacidad de la misma. Sobre el cariño que hay que depositar en cada pequeña cosa que se hace. En el humor, clave de sol con la de aderezar cada momento. Todo un ejemplo de cómo una enfermedad puede destruir pero también, y a la vez, lo más complicado de entender, cimentar todo un proyecto vital en el que ser recordada.