La ciencia ficción lleva tratando la idea de que un sistema informático consciente de sí mismo surja de forma espontánea de las interconexiones de miles de millones de computadoras y redes informáticas desde mediados del siglo pasado (por ejemplo «Marque F de Frankenstein» de Arthur C. Clarke). Durante estos últimos veinte años ha perdido interés, al menos para el público en general, por lo lento y poco vistoso de los avanzes que los científicos han presentado sobre ella.
Para los partidarios de la Singularidad la inteligencia artificial se refiere a máquinas que serán tanto conscientes de sí mismas como sobrehumanas en lo que respecta a su inteligencia, y capaces de diseñar ordenadores y robots mejores y con más rapidez que los seres humanos hoy en día. Este cambio radical, afirman, provocará una inmensa aceleración de las mejoras tecnológicas y sociales de todo tipo. Los más pesimistas, consideran más probable que antes de llegar a una utopía los seres humanos nos destruiremos unos a otros con nuestra tecnología. Además, en Silicon Valley hay un encendido debate sobre si dichas máquinas podrían ser las «máquinas de gracia amorosa» del poema de Richard Brautigan o algo mucho más siniestro, al estilo de Terminator.
Hasta ahora los esfuerzos destinados a producir robots dan como resultado autómatas industriales, con un cerebro comparable (siendo generosos) al de un insecto, que solo pueden hacer tareas repetitivas. Con poco que se modifican las condiciones exteriores se colapsan y quedan inservibles.
En cualquier caso, desde el punto de vista científico, la Inteligencia Artificial vuelve a interesar (si es que en algún momento ha dejado de hacerlo), a la NASA, múltiples compañías de Silicon Valley, como Google, y empresas de robótica. Y con este renacimiento de la inteligencia artificial se reaviva la cuestión de hacia dónde se dirige la tecnología y, lo que es más inquietante, si la inteligencia informática puede llegar a superar a la nuestra y con qué rapidez.
El último paso dado por la I.A. y la robótica podría estar en una rata robot de 50 centímetros de largo. Psikharpax, roedor cibernético atestado de sensores y dotado de un cerebro electrónico. Fue diseñado por los investigadores del Instituto de Sistemas Inteligentes y Robótica de Francia y, según sus creadores, revolucionará, asu vez, la inteligencia artificial.
La diferencia de esta rata robótica es que posee una arquitectura neuronal que le permite efectuar algunos trucos propios de sus pares biológico. Psikharpax imita a la naturaleza para adecuarse a lo inesperado y adquirir conocimiento. En efecto, el software de abordo está especialmente diseñado para permitirle “sobrevivir en un ambiente amenazante”.
Terminamos con una afirmación de Hugo de Garis, importante investigador de I.A. y autor del libro «The Artilect War» (La guerra del Artilecto): «Considero que el debate en torno a si deberíamos construir estos intelectos artificiales se va a convertir en la cuestión política dominante de este siglo». ¿Cabe la posibilidad, como él afirma de que este debate nos lleve a una guerra mundial?