La mayoría de las personas involucradas en el desarrollo de ONG y fundaciones sabe que una de las mejores formas que hay para hacerlas crecer y llegar más lejos, es adoptar en gran medida un formato empresarial. No pocas ONG han perdido su «esencia» al profesionalizarse, aunque eso no quiere decir que haciéndolo bien una ONG no pueda mejorar en eficacia y abarcar más y mejor adoptando algunos formatos empresariales.
Pero el caso del Crowdfunding es justo al revés. La empresa privada, con claros fines de lucro, adopta uno de los formatos típicos de la ONG: Obtiene financiación directa de la gente «vendiéndoles» que su proyecto merece la pena.
Probablemente la crisis económica que hemos padecido (y padecemos, aún algunos) ha provocado que muchos más emprendedores hayan profundizado en este concepto que se va extiendo más y más. Es lo que tiene la desesperación, que agudiza el ingenio y fomenta la innovación. Ahora que la financiación a través de los bancos no es tan fluida y accesible como en otros tiempos, el Crowdfunding (traducido sería algo así como la «financiación de la muchedumbre») se presenta como un medio a desarrollar por las empresas. Algo que las ONG tienen dominado desde hace tiempo.
Tal y como se define en la Wikipedia es un concepto que reúne la financiación de gente común y corriente dispuesta a aportar capital de su propio bolsillo para un proyecto con interés económico. Está inspirado en el crowdsourcing y describe la cooperación económica colectiva, generalmente a través de Internet, con el fin de apoyar los esfuerzos iniciados por otras personas u organizaciones. La clave está en la confianza que esta muchedumbre deposita en la idoneidad del proyecto a financiar.
En el caso de las ONG y fundaciones está claro el concepto: Yo hago una donación a tal ONG o a tal proyecto porque me solidarizo con lo que pretende conseguir y la entidad que lo va a desarrollar me inspira suficiente confianza.
¿Qué pasa cuando la empresa adopta el crowdfunding como sistema de financiación? El carácter de «interés público» se mantiene aunque un poco difuminado (normalmente tú y yo no vamos a financiar un proyecto que vaya en contra de nuestros intereses o ideales); la novedad es que aparece claramente el ánimo de lucro. Si el proyecto triunfa, recibiré la parte proporcional del beneficio.
Ya hay una buena cantidad de empresas que han logrado sacar adelante proyectos gracias a sus tácticas de crowdfunding. Entre ellos destacamos el proyecto español de «el cosmonauta», una película que cuenta ya con casi 1900 productores particulares. O la discográfica SellaBand, que acepta cualquier maqueta musical, la publica, y son los internautas quienes compran «acciones» de las que les gustan; la maqueta que supere las 5000 acciones se graba en el estudio y los «accionistas» reciben la parte proporcional de lo invertido. Y los jóvenes grupos descartados por otras muchas discográficas, logran publicar su trabajo.