
Mi viaje de novios fue a Birmania, Myanmar, como lo llaman ahora. Para los que no saben dónde se localiza, este bonito país limita al norte con China, al sur con el mar de Andamán, al este con Laos y Tailandia y al oeste con la India, Bangladesh y el golfo de Bengala.
Llegamos allí vía Bangkok. No tengo palabras para describir lo especial que es aquel país, con sus paisajes, sus creencias, su naturaleza todavía completamente virgen. Todavía cierro los ojos y me veo en el lago Inle, un gigantesco mar dulce situado a cientos de metros de altitud, donde descubrimos cómo vive la gente en casas construidas sobre el agua y donde los lugareños reman con los pies. O Bagan, la ciudad de la oración, donde miles de templos budistas cubren los valles de una de las provincias más bonitas del país.Y es que los birmanos no tienen ahorros porque todo lo que consiguen lo invierten en comer algo de arroz y en embellecer aún más sus ya de por sí espectaculares templos.
Y de ellos quería hablar. De ese pueblo que lleva desde que existe bajo una dictadura militar y no conoce absolutamente nada del mundo exterior. Adentrarse en los pueblos del interior, es como retroceder decenas de años en el tiempo. Pasear entre sus gentes es conocer otro tipo de vida, en la que todavía no existe la corrupción porque nadie es dueño de nada, ni siquiera de su destino. Porque en Birmania, al igual que su inocencia te fascina, lo mismo te duele el comprobar que no se tienen en cuenta sus derechos… ni su libertad.
Los días que estuvimos por allí, hubo una enorme inundación. Y no fue provocada por los monzones, que suelen azotar fuerte una vez al año, sino por el hundimiento de una de las pocas presas del país. Los militares tuvieron que venir a rescatarnos en una barca de la que achicaban agua con pequeños cazos. Nosotros mirábamos hacia atrás y nos despedíamos acongojados de los que no tenían la suerte de ser turistas y se quedaban con el agua subiéndoles por los tobillos. A pesar del peligro, nos decían adiós riendo y como acostumbrados al poco valor de las cosas, incluso al de su propia vida.
Los monjes también nos saludaban y oraban por nosotros. Y son ellos el verdadero sustento moral y espiritual del país. Los monjes en Birmania son sagrados. Todos, de niños, tienen que serlo durante sus primeros años. Son pobres de solemnidad y todas las mañanas piden su sustento por las calles con su inseparable cuenco negro, donde siempre tiene cabida un poco de arroz.
Monjes y gente de la calle, todos conforman un pueblo increíble que vive la dictadura más larga del planeta y que nunca ha conocido la democracia. Un pueblo y un país con una riqueza increíble y que ignora sus posibilidades. Un pueblo que te llega al corazón y que lucha silenciosamente por recuperar su dignidad.
A la cabeza de esta resistencia pacífica, Daw Aung San Suu Kyi. Una mujer que, por defender la libertad de expresión, lleva media vida bajo arresto domiciliario, incluso no pudo estar en el lecho de muerte de su marido porque no la dejaron viajar. Esta admirable mujer es hija de Aung San, héroe nacional que firmó en 1947 el tratado de independencia con el Gobierno británico. Una mujer formada y con ideas: tras diplomarse en Oxford, trabajar en la Secretaría de las Naciones Unidas y ser profesora en la India, Aung San Suu Kyi regresó a Birmania en 1988 y participó en el ‘segundo combate en pro de la independencia nacional’. Este combate la llevó a ganar las elecciones de su país en 1990 con una mayoría aplastante. De poco le ha servido. Su partido, bajo la presión militar, nunca pudo formar gobierno. Ni siquiera el Premio Nobel de la Paz, que se le concedió en 1991, inmutó a la dictadura.
Ahora tienes la posibilidad de saber más de este pequeño país olvidado, situado junto a Laos, Camboya y Tailandia, y enamorarte como yo de sus gentes, de sus esperanzas. Te animo a que pidas el estreno del documental que propone la ONG Birmania por la Paz y que se llama ‘Birmania, el coraje de resistir‘, donde mujeres como Daw Aung San Suu nos muestran el trabajo que han hecho en favor de la paz y la reconciliación. Personas que han sido capaces de estructurar la resistencia más sutil e invisible… que han hecho sombra a la Junta Militar desde prisiones, escuelas, hospitales y lo más oscuro de la selva.
Estas mujeres y la resistencia civil narran en el documental sus vidas: asesinatos, secuestros, esclavitud, torturas, familias cruzando la selva para llegar al Hospital en Tailandia, las mafias chinas que ‘roban’ de sus casas a las mujeres…
Un pueblo que se levantó en la Revolución Azafran, sobrevivió al huracán Nargis y ahora se enfrenta a la batalla por la democracia: en octubre del 2010. ¿Permitirá la Junta Militar a Daw Aung San Suu Kyi presentarse a las proximas elecciones? ¿ Qué rol tendrán las etnias en todo este proceso? ¿Qué hará la sociedad civil para reivindicar su espacio politico? ¿Qué se ha hecho para defender Birmania a nivel internacional?
‘Birmania el coraje de resistir’, es también una guia didáctica para enseñar el conflicto birmano en el aula en catalán, castellano, gallego y euskera. Una herramienta perfecta como campaña de sensibilización, cultura de paz y diálogo reconciliador.
Existen dos versiones:
30 minutos disponible el 1 de Septiembre de 2010
75 minutos disponible el 1 de Noviembre de 2010
¡Encarga un pre- estreno en tu ciudad ya y ayuda a dar a conocer la situación de Birmania!