Por un uso apropiado de la imagen social de las personas con discapacidad en los medios

Foto: Jorge Villa
Foto: Jorge Villa

Si todas las personas son diversas y forman parte de la sociedad, ¿no es cierto que la discapacidad, como circunstancia en la vida de las personas, es un elemento más que refleja la diversidad y la riqueza de los seres humanos?

Y es que la discapacidad no es una circunstancia estanca, sino que forma parte del crisol de la sociedad. Por tanto, hay adultos con y sin discapacidad; niños y niñas con y sin discapacidad; inmigrantes con y sin discapacidad, artistas con y sin discapacidad; mujeres con y sin discapacidad. Entonces, volvemos a incidir: la diversidad define la riqueza de la sociedad.

Por eso, es absolutamente cierto que las personas con discapacidad formamos parte del público objetivo y lo justo es que se nos reconozca, en un discurso coherente y, sobre todo, que se nos empiece a tener en cuenta.

¿Y de dónde viene toda esta literatura sobre la discapacidad? Pues a propósito del ‘Decálogo para un uso apropiado de la imagen social de las personas con discapacidad’, destinado principalmente a los medios de comunicación, que el Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (Cermi) ha elaborado.


Entre sus puntos afirman con rotundidad que si los medios reflejan la sociedad, estos deberán, por tanto, reflejar a las personas con discapacidad. Del mismo modo, que hay que dar visibilidad y resaltar la normalidad de la discapacidad que somos, nada más y nada menos, que 4 millones de personas en España.

Por otra parte, como apunta el decálogo, la capacidad como la discapacidad son hechos innegables, pero no absolutos. Por ello, una persona con discapacidad debe ser reflejada con su capacidad, sin dejar que la discapacidad sea un absoluto que niegue la capacidad del individuo.

¿Y qué decir respecto al lenguaje en el tratamiento de la discapacidad en los medios? Esta es una cuestión que necesariamente me interesa por ser periodista y tener una discapacidad. Lo necesario es buscar un lenguaje que no estigmatice ni prejuzgue menor valor. Actualmente, existe una forma generalizada y con amplio consenso, incluso normativo en el plano internacional, que se considera correcta: ‘discapacidad y personas con discapacidad’. Es lo más apropiado. En este sentido, deberían jubilarse palabras como minusvalía, minusválido, discapacitado, inválido, retrasado, incapaz y un largo etcétera.

También, como se dice en el documento, me parece apropiado evitar connotaciones que perpetúen imágenes negativas o que predispongan a una mirada condescendiente, paternalista; conocer la propia diversidad que hay dentro de la discapacidad, no dando por sentado que todas las discapacidades son iguales; contextualizar la información para facilitar una imagen más real y acorde con la realidad, y presentar la información y la comunicación en formatos, medios y vías accesibles desde el origen.

Por último, me gustaría detenerme en el décimo punto del decálogo: las fuentes. En este sentido, se hace necesario que nosotros los periodistas mantengamos una relación armoniosa con las organizaciones de personas con discapacidad y de sus familias. El objetivo no es otro que el de asegurar que los mensajes lanzados a la sociedad sean inclusivos, ajustados y rigurosos.

Servimedia, la casa en la que trabajo actualmente, una agencia de prensa especialidaza en la información social, es un ejemplo vivo, claro y benéfico que ejemplifica esta actitud. Ojalá y el ejemplo cunda llegando a todas las redacciones de los medios de comunicación y, en un mutuo compromiso, logremos la participación, con total normalización y respeto, de las personas con discapacidad en las noticias. Así sea.