
No tiene casa, ni ella ni su familia. Vive inmersa en una espiral de pobreza, aislamiento y miedo. Día tras día. Se llama Fadia es enfermera pero no encuentra trabajo ya que ser viuda y además refugiada son grandes barreras para conseguirlo.
Huyó de Siria hacia el Líbano después de que una bomba cayese sobre su casa e hiriese a sus hijos y también a ella. Su marido, ya había fallecido en el conflicto debido a un bombardeo.
Tras quedarse viuda, condición que implica estar expuesta a una gran discriminación, tuvo que hacerse cargo de su familia ella sola; sin trabajo, sin hogar y sin apoyo o ayuda familiar. A su vez, tiene que luchar contra los insultos y desprecios que recibe por el mero hecho de no tener un hombre a su lado.
Pero, lamentablemente, este no es un caso aislado. De hecho, Egipto, Líbano, Irak y Jordania acogen a más de 145.000 refugiadas sirias, cabeza de familia y que se esfuerzan, al igual que Fadia, por sobrevivir.

El informe de Acnur ‘Mujer Sola: la lucha de las mujeres refugiadas sirias por la supervivencia’ recoge 135 testimonios de mujeres que han sido obligadas a asumir en solitario la responsabilidad de cuidar de sus familias después de que sus maridos hayan sido asesinados, secuestrados o separados por uno u otro motivo.
Todas confluyen en que la mayor dificultad es la falta de recursos: pagar un alquiler, comprar alimentos, productos domésticos de primera necesidad, etc.
Ante esta situación, Acnur pide que se tomen nuevas medidas por parte de los donantes, los gobiernos de los países de acogida y las agencias humanitarias para mejorar la calidad de vida de estas mujeres y acabar con el sufrimiento y la precariedad en la que se ven inmersas.
Antonio Guterres, Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados declara que «se han quedado sin dinero y se enfrentan a amenazas diarias contra su seguridad, cuyo único delitos es haber perdido a sus maridos en una guerra cruenta».
Las mujeres refugiadas sirias son el vínculo que mantiene unida a una sociedad rota. Tienen una fortaleza extraordinaria, pero están luchando solas
El desgaste no es solo físico, también es psicológico. El acoso verbal es habitual por parte de taxistas, conductores de autobuses, propietarios y proveedores de servicios, así como de los hombres en las tiendas o en el mercado y así lo explica Diala, otra de las muchas refugiadas que viven en Alejandría, Jordania.
Una mujer sola en Egipto constituye una presa fácil para todos los hombres. Yo llevaba una vida digna, pero ahora nadie me respeta porque no estoy con un hombre
La galería de imágenes que os mostramos a continuación describe la cruda realidad de las mujeres refugiadas.