Google, ¿el nuevo paradigma?

Universalmente reconocida la poderosa influencia que la llegada de Internet ha ejercido sobre nuestra vida cotidiana, últimamente se está empezando a aventurar una nueva y sugestiva posibilidad: que Google, su motor de búsquedas por antonomasia, podría revolucionar, nada menos, el método científico que durante los cinco últimos siglos ha encauzado, organizado y determinado el conocimiento humano.

Dicho método, al que se suele denominar hipotético-deductivo, consiste en que el investigador, guiado por su intuición, formula una hipótesis explicativa de algún fenómeno de la realidad y luego recaba datos para corroborarla o descartarla. Si se confirma la validez de la hipótesis, ésta se convierte en teoría o ley.

La mediación de una hipótesis resulta útil porque ayuda a orientar y discriminar el rastreo de datos. La realidad se compone de una cantidad inabarcable de datos, pero sólo algunos resultan pertinentes para nuestro objeto de estudio. Sin embargo, ese punto de partida también sesga inevitablemente el corte de nuestra investigación; la orienta en un sentido determinado y, en el peor de los casos, puede descuidar conclusiones no previstas en la hipótesis.

El método puramente inductivo, la recogida de todos los datos y la extracción de la conclusión que éstos proyectarán, fue teorizado por Francis Bacon, padre del empirismo, en el siglo XVII, pero los científicos siempre han sido conscientes de que no lo aplicaban en la práctica. Era humanamente imposible tanto abarcar todos los datos posibles como sustraerse a la formulación de una hipótesis previa. ¿Hasta ahora?

La posibilidad la planteó Chris Anderson, editor jefe de la revista de nuevas tecnologías Wired, en una artículo publicado en la prestigiosa publicación on-line de pensamiento Edge. Google es capaz de recoger y procesar simultáneamente todos los datos que los internautas hayan colgado en la red.

Y ya ha dado muestras de su método de conocimiento: sugiere al usuario la palabra que quería realmente buscar cuando se equivoca al teclear, traduce de un idioma a otro, es capaz de relacionar un anuncio publicitario con su contenido. Todo ello sin tener ni idea de ortografía, lenguas extranjeras ni técnicas de marketing.

Google “aprende” por inducción pura: detecta que la mayor parte de los internautas que teclearon una palabra se referían a otra, compara millones de textos y sus traducciones “humanas”, o de anuncios con sus contenidos, y opera en consecuencia.

Con herramientas tecnológicas similares, Craig Venter, el director del proyecto Genoma, se puso a secuenciar genéticamente el aire y el océano y descubrió miles de bacterias desconocidas (y de las que por el momento no sabe nada más) al detectar variaciones estadísticas distintas a las de cualquier otra especie.

¿Puede establecer Google un nuevo paradigma científico? Anderson asegura que “esta forma de pensar está lista para ser la corriente dominante”, y que ya hay en marcha proyectos para estudiar mediante la recogida masiva de datos y sin modelo teórico previo el cerebro humano y el sistema nervioso. Pero su artículo ha cosechado un sinfín de réplicas al menos igual de interesantes y bien fundados.

Para no ser prolijos en nombres y detalles, resumiremos que las críticas a Anderson se centran en que el objetivo último de la ciencia consiste en “comprender”, esto es, reducir a modelos simples la multiplicidad de datos y convertir las meras correlaciones estadísticas en relaciones causales, y para ello seguirá haciendo falta la teoría, que permitirá extrapolar las conclusiones y predecir fenómenos no observados directamente.

Otros autores vislumbran también una inteligencia humana, y por lo tanto un método, en el propio modo de trabajo de Google. En cualquier caso, ni unos ni otros dudan de que, ya sea en un papel auxiliar o como nuevo paradigma, las nuevas tecnologías van a suponer un cambio cuantitativo y cualitativo de consecuencias impredecibles en el ámbito y el alcance del conocimento humano.