Una ola de frío y nieve afecta estos días a gran parte de España. Cuando las calles se cubren de blanco, estamos acostumbrados a ver cómo vierten kilos de sal en aceras y calzadas para evitar resbalones; pero, lo que no sabíamos es que esta acción, aparentemente inocua, puede llegar a contaminar.
Así nos lo hace saber Greenpeace, organización ecologista que alerta de que la sal puede llegar a contaminar ríos y acuíferos e, incluso, afectar a la fauna. Según el responsable de la campaña de Contaminación de esta ONG, Julio Barea:
“la sal se está utilizando en zonas arboladas, en puertos de montaña e, incluso, en zonas protegidas, y está produciendo una salinización de las aguas”.
En este sentido, recordó que en países del centro y norte de Europa, donde las heladas y nevadas son continuas, la sal está absolutamente prohibida porque es un contaminante más. Y es que, al llegar a las aguas potables con el deshielo (ríos, acuíferos), las toneladas de sal que se están vertiendo afectan a la vida vegetal y a la fauna y las depuradoras con que cuentan normalmente las ciudades no son capaces de quitarla.
Entonces, ¿qué hacer? Los ecologistas proponen que la sal se use «puntualmente» y, ante nevadas y heladas prolongadas, se emplee una capita de grava natural o de arena, que también evita resbalones y luego sólo habría que barrer. Los países nórdicos también usan fundentes sintéticos.