Herramientas como Twiducate, de la que ya hemos hablado en alguna ocasión, o edmodo se están introduciendo en algunos colegios e institutos españoles.
Desde su puesta en funcionamiento se ha hablado de esta herramienta en diferentes foros relacionados con la innovación, las nuevas tecnologías y la educación.
Pero no parece que esté teniendo la difusión que cabría esperar de una herramienta tan potente. No, al menos, en España. Realmente la situación es poco alentadora. Y supone la punta del iceberg de un problema mucho más grande. Nuestro sistema educativo es un desastre en cuanto a innovación y apertura a la realidad que las nuevas tecnologías traen a la sociedad en que vivirán nuestros niños y jóvenes.
Se pueden leer comentarios de profesores diciendo que han instalado esta aplicación de Twiducate en los cuatro ordenadores «prehistóricos» que tienen en el aula, o la iniciativa de alguna profesora valiente que está sacando adelante un blog con la ayuda de los chavalaes, al margen del currículo académico… ¿cuatro ordenadores para veintitantos niños? ¿al margen del programa educativo? Hay algo que falla.
En países como Dinamarca, el ordenador personal (de uso personal… un ordenador por cada estudiante), no es ni extraño ni cuestionado. Sólo hace unos meses se debatió si tenía sentido utilizarlo para hacer los exámenes… y decidieron que sí.
Hace poco he visto la película «La Duda», de John Patrick Shanley (2008). Al margen del argumento central, se muestra la oposición que podrían tener los educadores en los años sesenta respecto al uso de bolígrafos (empeoraban la caligrafía), por ejemplo. Es similar, quizás, a la oposición de muchos profesores en la actualidad a incorporar el teclado en lugar del bolígrafo en los numerosos trabajos y ejercicios que deben realizar nuestros estudiantes. Dentro de 50 años nos reiremos y quedaremos fascinados por lo ridículo de este empecinamiento y negación de la realidad. Renegar del progreso porque no se nos ocurre otro método para que los niños aprendan caligrafía… Hay algo que falla.
La cuestión es que mientras que en países en vías de desarrollo se están planteando como medio indispensable para emerger que los niños estudiantes cuenten con un ordenador portátil específico para cada uno de ellos, en la mitad de los países desarrollados el ordenador y sus múltiples herramientas son un enemigo al que no dejamos entrar ni en el trabajo en casa ni mucho menos en el aula.
«El que no avanza, en realidad retrocede», ¿Nos pasará factura este estancamiento mientras el resto progresa?