En 2006, las Naciones Unidas celebró el Año Internacional de los Desiertos y la Desertificación para llamar la atención sobre las causas de la desertificación y la degradación de la tierra, la pobreza que es consecuencia de éstas y las formas de hacer frente al problema.
Pues bien, la semana pasada se celebró el Día Mundial contra la Desertificación (el 17 de junio) y el Programa Mundial de la ONU para el Medio Ambiente (Pnuma), reveló los datos relativos a este cambio ambiental.
Según esta organización, el 25% de la masa terrestre, el equivalente a 3.600 millones de hectáreas, está cubierto ya por desiertos y el avance de las arenas amenaza también la subsistencia de 1.000 millones de personas en el mundo.
En cuanto a nuestro país, la Fundación Biodiversidad asegura que
hay amplias zonas de la geografía española que se encuentran afectadas de «forma intensa» por la desertificación, y otras, muy frágiles ante su avance.
Parece que la combinación de factores como las condiciones climáticas, el empobrecimiento de los suelos, la pérdida de masas forestales, el abandono de tierras y la explotación insostenible de los recursos hídricos van dibujando un nuevo mapa cada vez más «amarillo» de nuestras tierras.
DESERTIZACIÓN Y POBREZA, UNIDAS
Y el factor ambiental es directamente proporcional a la pobreza que provoca: más de mil millones de personas pobres y vulnerables viven en las zonas áridas del planeta, según advierte el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.
Y Naciones Unidas nos da más información al respecto: en estas zonas, las actividades encaminadas a alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio tropiezan con dificultades particulares y, por ello, se han quedado rezagadas.
En su mensaje, Ban avisa también de que casi las tres cuartas partes de las zonas de pastoreo muestran ya síntomas de desertificación, e informa
de que durante los últimos 40 años casi un tercio de las tierras cultivables
del mundo han dejado de ser productivas. En muchos casos han quedado
incluso abandonadas:
«La pertinaz presión causada por la sequía, el hambre y el agravamiento de la pobreza amenaza con desencadenar tensiones sociales, que a su vez pueden dar lugar a fenómenos de migración involuntaria, desintegración de comunidades, inestabilidad política y conflictos armados».
En 2010, Año Internacional de la Diversidad Biológica, Ban quiere recordar que las tierras áridas son zonas de enorme productividad y diversidad biológica y que el 30% de los cultivos que crecen y se consumen en todos los rincones del mundo proceden de ellas.
«Reafirmemos nuestro compromiso en la lucha contra la desertificación y la degradación de las tierras y en la mitigación de los efectos de la sequía, y reconozcamos que cuidar de nuestros suelos equivale a cuidar de la vida en la Tierra».
PRINCIPALES AMENAZAS
Te comenté antes los problemas ambientales que crecen en España y producen desertificación. Y en el resto del mundo son realmente parecidos: procesos naturales como los desprendimientos de tierra o la erosión del suelo juegan un importante papel en la pérdida de suelo y en la disminción de la biodiversidad, pero, sin embargo, la actividad humana es una amenaza mucho mayor.
El uso insostenible del suelo, las prácticas inapropiadas de cultivo o pastoreo que producen desprendimientos de tierra, erosión, contaminación y la pérdida de materia orgánica y la obstrucción del curso natural de los flujos del agua por desarrollos industriales o urbanísticos son algunos ejemplos.
Según datos de la ONU, la biodiversidad del suelo «es grande y variada», hasta el punto de que, en algunos casos, se pueden concentrar hasta cinco toneladas de vida animal en una hectárea de suelo. Sólo una cucharilla de tierra puede llegar a contener más de 6.000 especies diferentes y más de un billón de bacterias.
PÉRDIDAS ECONÓMICAS
Y por último, el dato económico: en todo el mundo, se estima que las pérdidas anuales producidas por la desertificación superan los 40 mil millones de dólares, cifra que equivale a unos 32 mil millones de euros.
Para evitar que este proceso continúe, el Pnuma considera fundamental
la gestión sostenible de las tierras. Y eso es algo en lo que todavía queda mucho camino por recorrer.