El otro día hablábamos del peligro que suponían, para el águila perdicera, el emplazamiento de tendidos eléctricos cerca de su hábitat, y de cómo su supresión había favorecido su conservación. Sin embargo, el problema sufrido por esta rapaz no es exclusivo y afecta a todas las aves.
Cada año mueren en nuestro país más de 25.000 pájaros por colisión y electrificación, según datos proporcionados por el Ministerio del Medio Ambiente. Una cifra que se eleva a más de un millón de aves según datos de SEO Bird Life. Aunque, quizás, sea más revelador el hecho de que en los últimos quince años hayan muerto más de 120 águilas imperiales en una especie de la que sólo quedan 220 parejas reproductoras.
Desde los postes de madera en las carreteras secundarias, hasta las altas torretas que surten de alta tensión a las grandes aglomeraciones urbanas, los tendidos eléctricos, fieles compañeros de viaje al volante, se han convertido en un problema para la biodiversidad de nuestros cielos.
Y para paliarlo, en septiembre del 2008 se aprobó un Real Decreto con medidas para la protección de la avifauna. Entre ellas, destacan el emplazamiento de aisladores para evitar la electrocución y de señalizadores visuales.
Sin embargo, estas medidas se llevan sólo a cabo en las denominadas Zonas de Especial Protección para las Aves (ZEPA), a lo que se suma la denuncia, desde WWF de su escasa aplicación, con lo que, de nuevo, el problema de los tendidos eléctricos ha vuelto a encabezar la lista de amenazas para la avifauna silvestre.