
Su vida pendía de un hilo y gracias a un donante que no lo dudó, asegura que ha vuelto a nacer. Te contamos la historia de dos hermanos, de cómo la solidaridad de Antonio le devolvió la vida a Adolfo. Ellos mismos nos cuentan.
«Mi hermano Adolfo padece anemia de Fanconi, una enfermedad rara herediraria y poco conocida que provoca que su médula cada vez produzca menos células sanguíneas, o las que fabrica sean de mala calidad. En España se calcula que solo unas 100 familias se ven afectadas por esta enfermedad».
A Adolfo se la detectaron a los 18 años por una operación menor . Él nos lo explica:
«Al hacerme los análisis, vieron que tenía bajos los hematíes. Me fueron haciendo pruebas en el Clínico de Madrid, y al final me la detectaron. Aún así, estuve otros diez años haciendo vida normal, con revisiones periódicas. A los 28 los hematíes ya eran demasiado bajos, y en el verano de 2004 me comenzaron a hacer transfusiones cada quince días. Un médico me comentó que lo mejor era que mirara si mis hermanos eran compatibles para hacerme el trasplante de médula cuanto antes. La alternativa si no me hacía el trasplante era seguir trasfundiendome, pero esto no era bueno porque no todos los componentes de la sangre me venían bien: por ejemplo, el hierro que lleva la sangre, al hacerme muchas transfusiones, se me acumulaba en el hígado. Iba a llegar un momento en el que no iba a poder seguir con ellas».
La familia de Adolfo tuvo suerte porque sus dos hermanos eran compatibles, algo muy poco frecuente en el caso de esta enfermedad, en la que se suelen tener que buscar otras alternativas. Fueron derivados al Hospital de La Princesa de Madrid, donde se tratan muchos casos de leucemia que necesitan trasplante de médula con éxito. Antonio nos cuenta:
«Decidí donarle yo médula, y la verdad es que resultó un procedimiento de lo más sencillo: fue por aféresis, un método que separa en la sangre los componentes que se necesitan para el trasplante, y el resto te la vuelven a meter en el cuerpo. El procedimiento duró 6 horas».
Pero nada se deja al azar. Un mes antes, Antonio ya había sido vacunado contra diferentes afecciones para que su sangre estuviera muy preparada e inmunizada.
MATAR PRIMERO LA MÉDULA
Para el trasplante de médula, primero hay que matar la médula del paciente, un procedimiento muy delicado y difícil, sobre todo en el caso de los enfermos de Anemia de Fanconi, que no siguen el mismo protocolo que aquellos que tienen leucemia. Adolfo lo explica:
«Recuerdo que me comentaron que habían tratado sólo 4 casos de lo mío, y que no habían ido muy bien. Se que estuvieron en contacto constante con una doctora francesa de un hospital de París que les iba aconsejando».
Para destruir la médula, que por cierto, está dentro de todos los huesos, no sólo es la famosa médula espinal, Adolfo tuvo que pasar quimioterapia y radioterapia.Adolfo nos cuenta que es muy duro:
«Te ponen los llamados ‘citotóxicos’, unos medicamentos que te destruyen completamente. Te generan paperas, se te cae el pelo, te cambia la piel… Y bueno, estás aislado para evitar cualquier tipo de contagio. Así pasas más o menos un mes mientras tu médula está en remisión».
El tratamiento es muy difícil y arriesgado, porque cualquier pequeña infección puede ser letal.
«Adelgacé 30 kilos durante el proceso. Solo recuerdo estar muy cansado, sin fuerzas, dormía casi todo el tiempo, no tenía hambre, era como si me fuera apagando poco a poco».
Y vino el momento del trasplante.
«Simplemente me pasaron por una vía arterial las bolsitas con la sangre seleccionada que había donado mi hermano. Así, la propia médula nueva, entró en el torrente sanguíneo y se fue alojando donde era necesario. Al principio no noté nada, pero poco a poco, muy despacio, empecé a recuperar fuerza, a volver a andar…»
«Pasado un tiempo, me fui a casa coincidiendo con las navidades. Había que extremar las precauciones. No podía recibir visitas, había que limpiar mi habitación constantemente, todos ibamos con mascarilla. Por cierto, yo la tuve que llevar un año, que fue el tiempo que tardé en recuperarme completamente».
Ahora Adolfo va a las revisiones anuales y todo está bien.
«Una cosa curiosa es que me cambió el grupo sanguíneo al de mi hermano. Mi médula ahora funciona perfectamente y hago vida normal. A los 4 años de tener que dejar a medias mis oposiciones, las pude volver a aprobar y ahora trabajo en la UNED«.
Ahora, enfermos como Adolfo tienen la esperanza puesta en nuevos tratamientos que podrían dar un vuelco a la medicina: gracias a la sangre del cordón umbilical o a otras técnicas avanzadas, se pueden salvar muchas vidas.Adolfo concluye:
«Espero que la gente también se anime a donar cordón umbilical. Nunca se sabe si algún día alguien de tu familia la podrá necesitar».