
Mi compañera Lucía Carbajo entrevistaba para la revista ‘Perfiles‘ a Jorge Drexler semanas antes de su éxito en los pasados Goya. Recuperamos su texto en el que nos hablaba sobre música y discapacidad.
Hace más de 15 años que abandonó el fonendoscopio, el laringoscopio y el bisturí y los sustituyó por papel, bolígrafo y guitarra. Sin separarse del sonido, quien antes fuera el doctor Drexler, otorrinolaringólogo, hoy es un afamado cantautor que ha publicado una decena de discos, ha ganado un Oscar a la mejor canción y acaba, además, de llevarse a casa hace escasamente unos días el Goya por la mejor canción original ‘Que el soneto nos tome por sorpresa‘.
Jorge Drexler afirma mantener consigo recuerdos de su paso por los laboratorios de audiología de su Montevideo natal, y reconoce su obsesión por la claridad sonora y la perfecta dicción de las palabras.
Como doctor y cantautor, ¿cuál es el historial y diagnóstico de la música en la actualidad?
Creo que la música goza de perfecta salud en este momento, aunque quien está muy enferma es la industria musical. Es un mal momento. Pero la música está en pleno florecimiento, el hecho de que puedas escribir una canción y que poco después puedas escucharla desde la otra punta del mundo, eso para mí es increíble.
¿Cómo un otorrino acaba en las antípodas de su profesión, es decir, en la música?
Yo nunca vi una barrera que me hiciera pensar que no son compatibles las dos cosas. De hecho, hasta lo digo en las canciones: “Que viva la ciencia, que viva la poesía…”. Que viva todo, que vivan las diferentes maneras que tiene uno de abordar la realidad, las diferentes maneras de enterderlo todo a través de un estudio sistemático de la ciencia que se autocorrobora todo el tiempo y también el punto de describir una realidad inmediata, no analizable, que te llega directamente, como con la poesía, que viene sin saber porqué.
¿Cómo analizaría la situación de las personas sordas y de la deficiencia auditiva en este momento?
Yo tuve la experiencia de trabajar durante muchos años con personas sordas, en un laboratorio de audiología y también en la parte quirúrgica de sordera. Además vengo de una familia de otorrinos y tengo gente con problemas auditivos en mi familia también. Con todo esto, considero que conozco muy de cerca la problemática y creo que, con todo lo que queda por avanzar, también hay que pensar por un momento en lo que se ha avanzado que, por ejemplo, es que puedas hablar con una persona que tiene dos implantes cocleares y te entienda perfectamente, y que pueda seguir una conversación sin retenciones y sin tener en cuenta la manera de hablar, que es en lo que más se nota.
Ahora mismo las personas sordas están en un momento muy bueno porque audífonos e implantes cocleares se van simplificando cada vez más y son mucho más configurables a las necesidades de las personas.
¿Es la lengua de signos, enemiga de la tecnología, algo extinto por desuso?
En la escuela en la que yo trabajaba evitábamos la lengua de signos. Trabajábamos mucho más con la labiolectura porque creemos que eso servía más para integrar a la persona sorda a su entorno. La lengua de signos le permitía mucha fluidez a la persona en la comunicación, pero le reducía mucho el círculo para comunicarse.
De cualquier manera, he tenido mucha interacción con las diferentes discapacidades sensoriales y, por lo general, hay una diferencia muy grande entre una persona sorda y otra ciega: la primera vive en un aislamiento que es mucho más grande. La gente piensa que es mucho peor ser ciego porque estamos en un mundo muy visual, pero las personas ciegas tienen una vida social muy rica, interactúan muchísimo, conocen mucha gente, etc.
La voz, el lenguaje hablado es nuestra manera de crear empatía con el mundo. Un sordo tiene muy tocado el aparato, digamos, de la empatía. Le cuesta más trabajo y tiene que centrarse mucho en una persona para lograr simpatizar.
¿Qué queda del doctor Drexler, otorrinolaringólogo, en las canciones del músico Jorge Drexler?
Aunque creo que no tengo a la sordera presente en mis letras, uno no escribe de lo que quiere, sino de lo que le sale. Lo que sí tengo es una obsesión detallista, por detalles sonoros y creo que casi todas mis canciones acaban hablando de la deficiencia auditiva. Lo que yo aprendí ahí, en mis años como otorrino trabajando con personas sordas es acerca de la dicción, que yo ahora cuido muchísimo porque leía las tablas de palabras para audiometrías, como “casa”, “sapo”, “sopa”, “rompe”, “gato”….
Son tablas estándar en castellano que combinan consonantes diferentes y eso me quedó y lo tengo presente todo el tiempo de esos años de trabajar con personas sordas. No he citado a la deficiencia auditiva en ninguna canción porque me parece que ser demasiado explícito no es la mejor manera de nombrar las cosas, porque hay que mirar siempre por debajo de lo que uno escribe, para ir más allá de los significados puros de las palabras. Hay que interpretar.