Me he quedado un poco consternada al saber que, por lo visto, contar con un buen currículum vitae no es suficiente a la hora de acceder al mercado laboral si se tiene discapacidad. Parece ser que los problemas físicos, intelectuales o sensoriales siguen prevaleciendo sobre los valores profesionales en la balanza de los empresarios.
No, no es que lo diga yo, así lo ha puesto de manifiesto un estudio de la Universitat Ramon Llull de Barcelona, patrocinado por Fundación Universia y realizado para de conocer las expectativas de inserción laboral de los estudiantes con discapacidad y de entender, en general, la realidad profesional de este colectivo.
El trabajo se ha elaborado con información procedente de estudiantes universitarios con discapacidad, servicios de apoyo de las universidades españolas a los estudiantes universitarios con discapacidad, titulados universitarios españoles con discapacidad y empresas.
La verdad es que esta información, para mí, conlleva un dilema. Hoy día estoy muy a gusto trabajando en la agencia Servimedia, pero como algunos ya sabréis, padezco un trastorno bipolar y, por ello, me otorgaron una discapacidad del 33%. Mi discapacidad no es visible, mi discapacidad no se ve y nadie tiene que darse cuenta de ella a no ser que yo la relate o que me vean en plena crisis (llevo cuatro años estable ¡qué bien!)
¿Qué hacer si un día me pongo a buscar trabajo en otra empresa? ¿Digo que tengo una discapacidad y que me pueden hacer un contrato teniéndola en cuenta? ¿Qué me hacen un beneficio a mí y a la sociedad, que repercute positivamente en nuestra inserción social y laboral? ¿Qué de ese modo pueden ayudar a cumplir lo estipulado por la ley Lismi? ¿O la escondo y me presento como una persona sin ella? En fin, lo que digo, todo un dilema.
Por mí, una vez hecha pública mi condición, preferiría mil veces ir con la verdad por delante a una entrevista de trabajo y, por añadidura, me gustaría que al presentar mi currículo este me sostuviera como posible candidata sin que se tuviese en cuenta mi discapacidad. Pero, ¿y si como apunta este estudio todavía hoy en día no es suficiente contar con un buen currículo si se tiene una discapacidad?
Y es que, según las conclusiones de este trabajo, la discapacidad prevalece por encima de la calidad del currículum vitae en el momento del acceso al mercado laboral ordinario, lo que conlleva, en muchas ocasiones, la oferta de puestos de trabajo de un nivel inferior a la formación universitaria del alumno.
¿Cómo es posible que la discapacidad que padezco pueda pesar más que mi Máster en Periodismo Internacional, mi curso de Especialista en Ayudante de Realización, que soy profesora de Lengua y Literatura de Secundaria y Bachillerato, que hablo inglés e italiano fluidamente? Pues sí, seguramente si me enfrentara a una entrevista de trabajo y comentara mi enfermedad no me cogerían en el puesto precisamente por mi discapacidad, la mía en concreto, que no deja de ser una enfermedad mental, la discapacidad más discriminada de todas, tengámoslo en cuenta.
En esta línea, los estudiantes encuestados para el estudio consideran, en su mayoría, que las empresas muestran una percepción equivocada de la discapacidad y que, por ello, presentan dificultades para encontrar titulados universitarios con discapacidad. ¿Cuántos somos? ¿Cuántos universitarios tenemos una discapacidad? ¿Existe realmente la igualdad?
Por otra parte, el informe evidencia que los titulados universitarios consideran el cumplimiento y la adaptación de la legislación de empleo por parte de las empresas el principal facilitador de su acceso al mercado laboral. Y por último, el estudio hace una serie de recomendaciones basadas en la opinión de los agentes entrevistados para mejorar el acceso de los universitarios con discapacidad al mercado ordinario de trabajo, que abogan por impulsar campañas de sensibilización sobre las capacidades reales de los titulados universitarios.
En fin, esta controversia que aquí dejo no es baladí, se la plantea más de un universitario con discapacidad, no sólo yo. Eso está claro. ¿Qué hacer? ¿Cómo conseguir que la discapacidad no cuente, o cuente menos, y sólo tengan en cuenta el currículo, que éste prevalezca? ¿Por qué hay tanta discriminación todavía?
De igual modo, el trabajo apuesta por que los estudiantes cuenten con servicios de orientación antes incluso de entrar en la universidad y por que esta institución potencie aspectos como la enseñanza de idiomas, la capacidad de liderazgo y de negociación y las nuevas ideas. Ahí es nada.
Tenemos una discapacidad, que mal que nos pese reconocerlo, muchas veces es un freno que tenemos, que hemos tenido, y, encima, debemos superarnos aún más que las personas sin ella para ser uno más. Me pregunto, ¿merece la pena esforzarnos tanto, obtener títulos de posgrado, dominar varios idiomas para luego obtener un puesto de inferior categoría? ¿Acaso se nos reconocen los títulos, el esfuerzo? ¿Realmente se nos tendrá en cuenta? ¿Nos cogerán en esas empresas por lo que somos sin tener en cuenta nuestra discapacidad? He ahí el dilema.
La verdad es tengo muchas dudas al respecto, pero espero con fe que así sea. Así al menos debería de ser. De momento, sólo puedo decir que me han despedido muchas veces en diferentes empresas cuando se enteraron de que padecía un trastorno bipolar. Eso ya es un hecho. La ignorancia es atrevida.
Sin embargo, yo he tenido la suerte, en Servimedia, de que se me reconozca mi título universitario y de poder ejercer mi profesión, la de periodista, de que se me aprecie, de que se me respete con mi diferencia. Me han acogido, arropado y ayudado a una integración social y laboral auténtica. El futuro está en la mano de Dios. Por el momento, agradecida de por vida.