
En pleno siglo XXI, las selvas tropicales esconden pueblos aislados que nunca, en miles de años, han salido al mundo exterior. No saben que existen los coches, la televisión, el teléfono o las calles iluminadas de una ciudad.
En un mundo convulsionado por la crisis económica, los levantamientos populares en numerosos países musulmanes y el riesgo nuclear en Japón, existen pueblos como los Suruaha, ajenos a los agitados acontecimientos mundiales.
Nunca antes un equipo de televisión ha grabado la vida cotidiana de este pueblo que habita en pleno corazón de la Amazonia brasileña, más allá de los 1.500 kilómetros de la zona central del río Purus, donde existen 5 millones de hectáreas de selvas desconocidas.
La empresa española CIPÓ Company, dedicada a la concienciación social, ha sido contratada por el Canal 7 de la televisión australiana, para organizar la producción y logística de este complejo viaje. Daniel Garibotti, director de la empresa CIPÓ Company y responsable de la producción del documental, nos acerca más a su cultura:
“Los Suruaha han transitado por el túnel del tiempo, desde hace miles de años, sin haber perdido su cultura ancestral. Protegerlos es un deber de la humanidad. Ahora, por primera vez, podemos contar al mundo cómo son y cómo viven y lograr que más personas se impliquen en su defensa”.
Los Suruaha viven en las Odá, pirámides de paja que superan los 20 metros de altura. Consideran el arco iris una señal que anuncia una futura mordida de serpiente, por eso evitan mirar el firmamento. Los puntos cardinales Norte y Sur son diferentes para los Suruaha, ya que incorporan el arriba y abajo. Creen que cuando son enterrados, el espíritu, que vive en el corazón, viaja hacia donde nace el sol y allí se queda, rodeado de todo lo que necesita.
Es posible que sus antepasados trasmitieran oralmente el encuentro con hombres de barba, cubiertos por armaduras brillantes, y que las actuales generaciones piensen que esas historias pertenecen a un tiempo en el que seres celestiales visitaban la tierra.
A los Suruaha, las otras tribus de la región, los identifican como el pueblo del veneno. Con frecuencia, cuando se enfadan, sobre todo los más jóvenes, se suicidan bebiendo el konabá, una bebida hecha con una liana, utilizada habitualmente para pescar, ya que elimina el oxigeno del agua y hace salir los peces a la superficie.