Afectados por enfermedades ambientales piden que se les reconozca su enfermedad

Foto: Isabel Ariño
Foto: Isabel Ariño

Hace unos días vi en TVE un reportaje que me dejó bastante impactada. Me recordó al caso de Isabel Ariño, la mujer a la que entrevistamos recientemente en otro post por su enfermedad: la Sensibilidad Química Múltiple.

La mujer del reportaje había tenido que dejar su casa y sus amigos de la ciudad y se había tenido que recluír en el campo en una zona sin pesticidas, productos químicos (incluso un simple ambientador podía ponerla muy enferma) y empezar su vida de cero.

Contaba, y en eso de nuevo pensé en Isabel Ariño, que su enfermedad no estaba reconocida, y que con el sufrimiento que acarreaba, se merecía por lo menos que fuera ‘tomada en serio’ una afección que atañe además a cada vez más personas en la civilización moderna.

Sus peticiones podrían oírse, ya que el Comité Nacional para el Reconocimiento del Síndrome de Sensibilidad Química Múltiple y la Hipersensibilidad a los Campos Electromagnéticos (EHS) ha pedido a la Organización Mundial de la Salud (OMS) que dé a este problema la categoría de enfermedad y lo incluya en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE).

El citado comité se ha reunido recientemente con María Neira, directora de Salud Pública y Medio Ambiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), para exponerle esta petición. Según han informado los afectados, durante el acto la propia OMS reconoció que existe controversia en cuanto a la elaboración de la Clasifiación Internacional de Enfermedades, que se revisará en los próximos años.

Para acometer esta revisión, la OMS presentará en mayo de 2012 un borrador con las nuevas enfermedades que pretende incluir en la CIE. No obstante, se ha creado una plataforma virtual para que la comunidad científica participe también en este proceso, que en ocasiones anteriores
contaba únicamente con la opinión de las delegaciones nacionales de los ministerios de Sanidad.

A este respecto, dice el comité, la OMS ha garantizado un proceso transparente y participativo que no excluya a ninguna comunidad científica, aunque ha recordado, eso sí, que para incluir a las ambientales en este catálogo, «es imprescindible contar con una clara evidencia científica
de la enfermedad».