A lo largo de la historia del Espacio Natural de Doñana, han ocurrido acontecimientos tan particulares como que en 1829 fue traído un grupo de dromedarios desde las Islas Canarias para trabajar en labores de carga por disposición del Marqués de Villafranca. Finalmente, “se abandonó esta práctica porque asustaban a los caballos y otras bestias de tiro”. Pero antes de desaparecer completamente, los dromedarios fueron víctimas de algunos furtivos, que los cazaban para vender su carne en Sanlúcar de Barrameda haciéndola pasar por venado.
Pero, ¿por qué se ha conservado hasta hoy esa historia? La respuesta es que en gran parte se debe a que existe un árbol que desde aquellos tiempos ha quedado bautizado como el “Alcornoque del Camellero”; (los lugareños llamaban camellos a los dromedarios). Ese alcornoque, que ha perdurado en el tiempo, se erige como una crónica viva de Doñana.
Anécdotas similares se pueden encontrar en el nuevo libro ‘Árboles y Arboledas singulares de Doñana’, editado gracias a la financiación de la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, representa una cuidada selección de un primer inventario técnico ya iniciado en el año 2003 en el marco de un proyecto del Equipo de Seguimiento de Procesos Naturales de la Estación Biológica de Doñana (EBD), del instituto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en Sevilla.
Esta obra incluye cuarenta y tres árboles y nueve arboledas, seleccionados de entre los más de doscientos cincuenta que conformaron el inventario original. Y podemos conocer historias como la del ‘Alcornoque del Pillo’, que hace alusión a un carbonero, Antonio, que en el pasado tuvo su rancho muy cerca de este árbol, y que era ampliamente conocido por sus correrías amorosas; o el ‘Alcornoque Escobar’, que recuerda a José Escobar, famoso cazador furtivo de escopeta y cabestrillo, que fue capturado desnudo encaramado a ese ejemplar. Me parece una manera divertida de conocer la historia a través de sus árboles, ¿verdad?.
En opinión de Mara Mulero Pazmany, autora del libro, conocer los árboles y arboledas singulares de Doñana:
«Es una forma no sólo de entender la biodiversidad de la zona, sino también de propiciar la divulgación de otros valores menos conocidos de su patrimonio humano».
También me ha llamado la atención de la historia de una curiosa higuera, que a pesar de ser una especie propia de suelos húmedos, ha sobrevivido al paso de una duna sobre ella; o el ‘Enebro del Inglesillo’, localizado en las proximidades del cuartel del mismo nombre construido a principios del siglo XX, y desde el cual los carabineros vigilaban la costa para evitar el contrabando.
Y por último (aunque en el libro hay muchos testimonios más), aparece el ‘Eucalipto de la Venta del Palacio de Doñana’, probablemente plantado hace un siglo por Inestrosa, un antiguo guarda, y que el libro nos recuerda que dio pie a la problemática de la introducción de esta especie en España. El eucalipto, autóctono de Australia y caracterizado por un rápido crecimiento, fue introducido de forma masiva en Doñana al finalizar la Guerra Civil para cubrir la demanda de papel y madera. Algo que se llevó ordenado por el Patrimonio Forestal y que conllevó la destrucción de gran parte del bosque autóctono.