
Como denuncia la organización proderechos humanos Amnistía Internacional, “cada minuto muere una persona como consecuencia de la violencia armada”. Este escalofriante dato debería ser un motivo más que suficiente para que el comercio de armas estuviese bien regulado. Sin embargo, el mercado armamentístico es uno de los menos regulados del mundo e incluso el comercio de plátanos está sometido a unos controles más estrictos.
A pesar de que muchos países poseen organismos de control para evitar la compra-venta irresponsable de armamento, los vacíos legales que contienen han demostrado que su eficacia es escasa. Por ello, desde principios de los 90 numerosos movimientos ciudadanos y organizaciones de la sociedad civil vienen haciendo un llamamiento a la comunidad internacional para que se cree un Tratado sobre el Comercio de Armas (TCA) eficaz y vinculante que ponga fin a este negocio indiscriminado cuya repercusión en vidas humanas es incalculable.
Tras casi veinte años reclamando un acuerdo a nivel global, el pasado mes de julio se produjo un primer viso de esperanza durante la Conferencia para el Tratado sobre el Comercio de Armas de Naciones Unidas. Entonces se realizó un primer acuerdo de tratado que finalmente no fue aprobado porque países como Estados Unidos, Rusia o China solicitaron más tiempo. Pese a la decepción inicial, esa reunión previa logró un gran apoyo y sentó las bases para una segunda negociación.
Una segunda oportunidad
Precisamente esta semana ha dado comienzo una nueva Conferencia de Naciones Unidas sobre este asunto con la misión de alcanzar un tratado definitivo. Hasta el próximo 28 de marzo los Estados Miembros tendrán tiempo para debatir distintas opiniones y llegar a un Tratado sobre el Comercio de Armas definitivo. Un acuerdo más que difícil teniendo en cuenta que los cinco miembros premanentes del Consejo de Seguridad de la ONU son, junto con Alemania, los principales exportadores de armas.
Todas las organizaciones coinciden en la necesidad de que de adoptarse, el tratado debe ser común a todos los países y legalmente vinculante, previendo la rendición de cuentas con sanciones penales y administrativas que garanticen su cumplimiento. Solo así se podrá impedir la transferencia de armas cuando exista riesgo de que se utilicen para cometer violaciones de los derechos humanos o de frenar el desarrollo sostenible y la lucha contra la pobreza.
Y es que, a la atrocidad de las víctimas mortales como consecuencia de un conflicto armado, hay que sumar personas heridas, violencia de género, población desplazada, niños y niñas soldado… Un drama demasiado grave como para que sea solventado de un plumazo con un acuerdo internacional, pero tal y como afirma Brian Wood, responsable de la campaña Armas Bajo Control en Amnistía Internacional, este primer paso es necesario:
Aunque no sea una panacea para todo el mal uso que se hace de las armas en el mundo, si conseguimos un Tratado sobre el Comercio de Armas firme, habremos hecho un importante avance en la búsqueda de mucha más seguridad y protección de los derechos humanos para miles de millones de personas que viven hoy día con miedo
Nunca estuvo tan cerca de conseguirse un tratado internacional que regule este comercio y podemos pensar que todos estos años de lucha ciudadana han valido la pena. Ahora más que nunca hace falta un último esfuerzo y, por ello, en esta recta final, os animamos a que firméis peticiones como la de Amnistía Internacional para que EEUU apoye un Tratado de Comercio de Armas o la de la coalición internacional Armas bajo Control para presionar a la comunidad internacional y alcanzar ese acuerdo tan necesario que haga del mundo un lugar más seguro.