Las impresoras 3D van ocupando poco a poco un hueco importante en todo tipo de aplicaciones domésticas y profesionales. Ahora también lo harán en el mundo del arte de la mano de Prixel, una nueva compañía rusa que quiere acercar las reproducciones de calidad a los usuarios domésticos.
¿Cómo lo hacen? Pues se van a los principales museos del mundo y fotografían los cuadros más famosos desde diferentes ángulos, captando los más mínimos detalles de los trazos realizados por los artistas, más tarde, pasan toda esa información por un software informático y generan un modelo en tres dimensiones que imprimen en una impresora 3D con unos fotopolímeros especiales. El resultado es una copia, una reproducción del original casi indistinguible para los profanos que se realiza con entre seis y veinte capas de material de impresión y que reproduce fielmente el brillo y textura de cada trazo. Prixel vende sus obras por internet, y para comprarlas desde fuera de Rusia hay que concertar una cita telefónica.
Lo que está claro es que las impresoras 3D se abren paso en muchas áreas, hace unos días, se anunciaba que la mayor impresora 3D del mundo, llega a España en concreto a Zaragoza, dónde el Centro Tecnológico Aitiip se ha hecho con la Fortus 900mc, una impresora 3D única en España por tamaño y prestaciones cuya misión e la de fabricar piezas capa a capa, del mayor tamaño posible para la industria aeronáutica y automovilística.
En el resto del mundo tan sólo existen otras ocho impresoras 3 D como ésta, aunque lo que hace exclusiva a la instalada en el centro tecnológico de Zaragoza es que «está abierta a la demanda de pedidos por parte de diversos sectores de la industria», asegura Berta Gonzalvo, responsable de I+D del centro. Su producción está enfocada a campos que van desde la aeronáutica a la automoción, pasando por el menaje, el packaging, la medicina o los juguetes. «El resto de impresoras como ésta, son propiedad de empresas que fabrican sus propias piezas», remarca.