
La noche esperaba la luz del amanecer. El reloj marcaba las cinco y diez (hora local), cuando en la provincia de Baluchistán (Pakistán) la tierra comenzó a temblar violentamente. En la mente de todos los lugareños estaba presente la tragedia que provocó otro temblor hace tres años en el norte del país, un seísmo que sepultó a 73.000 personas.
Las alarmas saltaron en todo el mundo: terremoto de 6,4 grados en la escala de Ritcher, Pakistán; unos 160 muertos; podría haber más víctimas bajo los escombros. Sirena ante la que las ONG activaron sus equipos de emergencia para atender a los damnificados.
De hecho, cuatro trabajadores humanitarios de Oxfam Internacional ya ha partido hacia Quetta, capital de la provincia, la zona más afectada por el seísmo. El equipo evaluará las necesidades en terreno y entregará un paquete de ayuda inicial a las poblaciones valorado en 62.500 euros.
A pesar de que la región está escasamente poblada se estima
que haya entre 2.500 a 3.500 personas damnificadas. El área afectada está situada a 2.400 metros de altitud y el acceso es muy difícil. Durante el invierno, las poblaciones se desplazan hacia las tierras bajas. Si el terremoto hubiera sido en verano, el número de victimas habría sido mucho más elevado.
Los hospitales provinciales se han declarado en situación de
emergencia, desbordados por la llegada de heridos. Un contingente del ejército pakistaní, junto con dos helicópteros, ya ha llegado a la zona y está participando en las operaciones de rescate. También se han enviado equipos médicos a la zona.