Biocombustibles para el hambre

El azúcar, el maíz y las semillas oleaginosas eran, hasta hace poco, un recurso básico para la alimentación. Desde hace unos años, sin embargo, han pasado a formar parte del mundo energético, medioambiental y político de primer orden. Los biocombustibles son los responsables. En un futuro no muy lejano la demanda aumentará y quizá sea la oportunidad de los países en desarrollo.

La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) ha elaborado un informe donde detalla las posibilidades que se presentan con este nuevo panorama. Y explica que la creciente demanda de biocombustibles, y el aumento de precios de productos agrícolas que esto provoca, ofrecen una gran oportunidad de despegue a a los países en desarrollo.

Y podría ser un auténtico despegue, pues la FAO habla de estos biocombustibles, de la agricultura, como el ‘motor’ de crecimiento de estos países. Y en consecuencia, podría contribuir a la reducción del hambre y a mitigar la pobreza. ¿Un sueño?

Lo cierto es que más que un sueño parece ser una utopía. Esta oportunidad, como casi todas, es posible que finalmente acabe beneficiando a los países desarrollados, a este primer mundo.

La FAO quiere, por eso, que se revise urgentemente la política de subvenciones y asegura que la supresión de las subvenciones agrícolas y a los biocombustibles y de las barreras comerciales que sólo benefician a los países de la OCDE, beneficiarían a los países en desarrollo. Jacques Diouf, director general de la FAO, lo ha expresado de esta manera:

Las decisiones sobre los biocombustibles deberían tener en cuenta la situación de la seguridad alimentaria, pero también la disponibilidad de tierra y agua.

En definitiva, esta revisión debería tener tres fines concretos: la protección de los campesinos pobres, la promoción del desarrollo rural de amplia base y la sostenibilidad medioambiental.