
Manos Unidas nos ha mandado un texto conmovedor sobre su ayuda en Nicaragua y la historia de unos niños que podría repetirse en cualquier país del mundo.
Aprovechando la celebración en todo el mundo del Día Universal del Niño, Manos Unidas quiere recordar a los millones de niños sin infancia; a esos millones de adultos prematuros encerrados en pequeños cuerpos, que juegan cada día el difícil partido de la supervivencia.
Transcribimos el bonito texto que nos ha mandado la ONG.
«Decía el escritor británico Gilbert K. Chesterton que lo maravilloso de la infancia es que ‘cualquier cosa en ella es maravillosa’. Al entrar en el Centro Jesús Amigo, situado en la calle El Caimito de la ciudad nicaragüense de Granada, nada parece indicar que esta máxima no sea del todo cierta, pero bastan unos minutos para que la sentencia pierda todo su optimismo».
Al cruzar la verja pintada de blanco encontramos un jardín algo descuidado en el que un nutrido grupo de niños y jóvenes se divierten jugando un partido de béisbol, deporte nacional en Nicaragua. El encuentro está transcurriendo con normalidad; entre gritos y risas unos golpean mejor, otros corren más rápido y algunos… algunos aparecen ausentes, ni están en el partido ni parecen estar en nada concreto. Miran sin mirar o ríen sin cesar, todo sin motivo aparente.
«Hay pocas niñas, dos o tres. Realmente son tres, aunque una de ellas bien podría pasar por un chaval. Su apariencia descuidada y masculina es una manera de defensa. Dos de ellas ya han sido madres y la otra espera un bebé para dentro de unos meses. Todas han corrido la misma suerte: huérfanas o abandonadas por sus familias, viven en las calles de Granada, esperando las ayudas de los turistas que se dejan caer por la bonita ciudad de Nicaragua que, además de albergar imponentes iglesias, numerosos establecimientos hoteleros, y cuidados parques y jardines, da cobijo a decenas de niños de la calle, aferrados a su tabla de salvación: el inefable bote de cola. Los llaman los ‘huele-pega'».
«El Centro Jesús Amigo es el único lugar donde estos niños reciben cuidados y cariño. El personal docente, dotado de una increíble paciencia, trabaja duramente para conseguir, paso a paso, la reinserción de estos pequeños en una sociedad que los rechaza. El misión es ardua y los resultados escasos».
«Además de la higiene (lavarse nada más llegar es un requisito para entrar), los chicos han de respetar ciertas normas de convivencia, atender a los educadores e intentar llevar a cabo actividades y talleres formativos. Los jóvenes cuentan con atención psicológica y hacen tres comidas. Todo esto, el día que van, porque la asistencia no es obligatoria».
«En centro conocemos también a Ronald, a Ernesto, a Manuel, a Pedro, Antonio, a Alex… Todos ellos víctimas del abandono, de todo tipo de abusos, de una sociedad que los rechaza y de los daños cerebrales derivados de su adicción».
«Ronald, de unos 17 ó 18 años, tiene problemas de convivencia y casi no se relaciona con sus compañeros. No entiende por qué se ha quedado sólo, aunque si ha comprendido que el pegamento es dañino. Ya no lo esnifa y se refugia en su cuaderno amarillo donde dibuja sin cesar con un estilo maga que, extrañamente, dice no conocer».
«También están los gemelos. Ellos por lo menos no están solos. Se cuidan mutuamente y no se separan para nada. Por si acaso… Y Manuel, que es algo mayor que el resto, aunque su cerebro está ya tan dañado que podría compararse con un niño de 10 ó 12 años. Manuel es padre de familia. Y Alex, que fabrica animalitos (siempre se le ve tambaleándose con el mismo saltamontes gigante en la mano) y que sueña con viajar a Matagalpa donde, según él, viven su hermana y su tía».
«También Jimmy, Juan Carlos, Dania, Victoria, Manuel, todos hermanos,… que no duermen en la calle sino en casa con su madre, el padrastro de turno, y los hermanos pequeños que no pueden salir a vender. Por ahora no necesitan acudir al centro Jesús Amigo. Todavía van al colegio, pero sus horas libres las pasan en la calle con sus cestos de golosinas y tabaco… ante la mirada indiferente de la gente».
El Centro Jesús Amigo forma parte de los programas que Cáritas Granada lleva a cabo entre los más desfavorecidos de la zona, sobre todo mujeres y jóvenes. Manos Unidas apoya sin fisuras estos programas, en su mayoría formativos, en el que trabajan psicólogos y formadores voluntarios, que orientan y apoyan a los jóvenes con formación en talleres y actividades que puedan revertir en su desarrollo socioeconómico.