“Si quieres hacer a Dios reír, cuéntale tus planes”. Con esta deliciosa frase, que resume de modo irónico el amplio margen de que dispone el hombre para el estupor, estupor causado por cómo sus propósitos se convierten, a primera vista, en despropósitos, comienza la película. ‘Bella’, de Alejandro Gómez Monteverde, es una historia de circunstancias. Y de dolor. Y de coraje. Y de esperanza.
‘Bella’ habla de cómo es posible vivir con un dolor que no podremos arrancarnos nunca porque lo produce un hecho irreparable. De cómo ese dolor tunde y nos convierte en desgraciados y de cómo ese mismo dolor, que quema, nos redime (dice un ciego, en un momento del filme “Dios me dejó ciego. Ahora, puedo ver”) y nos purifica. En una sociedad en la que parece que las responsabilidades son algo marcial, ‘’Bella’ nos recuerda que hay consecuencias de las que uno no podrá nunca reponerse, ni desprenderse. Y por ello hay que acomodarlas y convivirlas.
‘Bella’ habla de decisiones equivocadas y de decisiones inamovibles. De puntos de partida. De cómo una muerte arrastra una vida hasta el fango y de cómo una no muerte puede salvar una no vida. De segundas oportunidades. De miedo.
‘Bella’ habla de la importancia de encarar las situaciones, de mirarlas a los ojos, y nos enseña que la cuestión vital no consiste en adaptar la vida a nuestra vida, sino en todo lo contrario. Nos enseña a ser responsables de nuestros descuidos, nuestros errores, que no es sino ser leales a nosotros mismos.
‘Bella’ habla de la frivolidad con la que tomamos ciertas decisiones, y de cómo sólo nos quedamos en la primera parte de esa famosa frase de Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mi circunstancia…” Pero la frase termina diciendo: “… y no la salvo a ella no me salvo yo”. En efecto, la circunstancia de cada cual es distinta, única, máxima, pero puede ser modificada por el propio sujeto. Esta es la propuesta que hace ‘Bella’ al espectador. Que si se ve superado por las circunstancias, las cambie. A veces, basta tan solo enfocar de otro modo, modificar el punto de vista para que esas circunstancias cambien por completo.
‘Bella’ habla de la importancia de la familia, de cómo uno se hace pleno o queda incompleto y mellado de por vida en función del lecho en el que el cascarón se incube y se rompa. De cómo los lazos de sangre son, más allá de los sanguíneos, los que uno trenza como tales en el día a día.
Pero ‘Bella’ también habla de la alegría. De la posibilidad de futuro. De la posibilidad de forjar ese futuro con otras circunstancias. ¿Quién dijo que vivir fuera fácil? Con eso ya contábamos.