El pasado mes de abril el primer ministro de Australia anunció el inicio de la instalación de una red de fibra óptica que abastecerá al 90% del territorio de su nación. El coste del proyecto, unos 23.000 millones de euros, será solventado entre el Estado y el sector privado al 51 y 49 % respectivamente, de acuerdo a lo informado por Financial Times. Y creará unos 37.000 puestos de trabajo. El plazo de ejecución se prevee en 8 años. Permitirá alcanzar velocidades de hasta 100 Megabits por segundo.
Este mes, aquí en España, la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT) ha presentado un estudio sobre la viabilidad de los despliegues de redes de fibra óptica de nueva generación en nuestro territorio. El panorama es muy poco alentador. Hasta el 2023 (15 años vista) no estarían disponibles varias alternativas para accesos FTTH a la red de Telefónica (empresa privada) y sólo alcanzarían al 46% de hogares. Con suerte, dentro de 15 años, podremos disfrutar aquí, de los accesos de banda ancha que tienen hoy los países avanzados.
La tecnología FTTH consiste en llevar una conexión de fibra óptica hasta los hogares de los usuarios. Lo fundamental es que la velocidad de subida y bajada de datos de la red es tremendamente mayor a la que proporciona el ADSL actual, con lo que se posibilitan multitud de servicios eficientes hasta ahora sólo soñados. No obstante, hoy por hoy, el tramo final de llegada de la fibra a los hogares no está resuelto, por problemas en la capacidad y debido a su elevado coste.
La CMT indica que dentro de 15 años superaremos la tasa de penetración a Internet que tienen hoy los países más avanzados, como Dinamarca, y a pesar de afirmar que es una previsión conservadora (es decir, que la realidad podría evolucionar mejor y más rápido) es evidente que a este paso en el resto de países seguirán muy por delante de nosotros en el 2023.