
Desde que el niño nace, los padres tienen que empezar a poner en práctica la compleja tarea de la educación, pero ¿cómo podemos educar y enseñar a un bebé? ¿Cómo puedo comprender a mi hijo adolescente? Esta y otras muchas dudas que nos abordan cuando tenemos hijos nos las resuelve Javier Urra, psicólogo y pedagogo terapeuta en una entrevista exclusiva. Además, en su nuevo libro “Educar con sentido común”, nos explica con detalle las etapas a las que se enfrentan nuestros hijos en su crecimiento y nos aconseja qué hacer ante cada una de ellas.
Usted dice en su libro que “no se trata de educar en libertad, sino para la libertad”, ¿es este el principal objetivo en el que se debe basar la educación? ¿Somos conscientes de la diferencia entre libertad y libertinaje?
La educación debe basarse principalmente en el amor, en el cariño y en las ganas de disfrutar con los hijos. Creo que hay que educar en la libertad, pero entendida como el autogobierno, es decir, aprender a vivir contigo mismo y con los demás. Por eso, hay que educar a los niños, a los adolescentes en la capacidad de pensar en el otro y para ello, a veces es necesario establecer aspectos restrictivos, normas, disciplina, pero dentro de un ambiente relajado y dialogante.
En mi opinión, la gente sabe la diferencia entre libertad y libertinaje. Todos sabemos diferenciar lo que es un niño bien educado, de lo que es un niño insufrible y ambos son niños. Pero, aquel que es un mal educado, el que está echando un pulso continuo a los demás, es un problema. Por tanto, para evitar estos comportamientos la educación hay que hacerla en los primeros años, en los primeros meses e incluso en los primeros días.
Desde 1985 trabaja como psicólogo forense en la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia y Juzgados de Menores de Madrid, por lo que ha vivido de cerca el aumento de juicios de menores en los últimos años. ¿Cree que la “mala” educación es la causa de que estas cifras aumenten?
Antes no había muchos juicios a menores porque hasta 1996 no existía la Ley de Responsabilidad Penal, a partir de la cual podemos juzgar lo que hacen los menores. Pero creo que los menores actuales no son más conflictivos ni cometen más delitos que los de antes, aunque si son más irrespetuosos y realizan hechos más violentos. Esto puede deberse a la existencia de un sentimiento de impunidad, por el cual, muchos jóvenes consideran que hagan lo que hagan, no les va a pasar nada.
En general, la justicia de menores en España para los casos ordinarios funciona muy bien y en los casos gravísimos como los de homicidio o violación, los ciudadanos consideran que las sanciones no son muy graves. La necesidad de ampliar las sanciones es un tema que tiene que plantear la propia sociedad y que los diputados tienen que hablar. Pero lo que tenemos que tener claro es que la justicia es el último escalón y para evitar los delitos lo principal es la educación.
¿Es partidario o no de la reforma de la Ley del menor para actuar con mayor contundencia ante los delitos de los menores?
La Ley del menor creo que funciona bien. Sin embargo, creo que hay que hacerse dos planteamientos: la edad de responsabilidad penal es de 14 a 18 años, por lo que creo que para hechos muy graves como violaciones, homicidios o casos muy reincidentes hay que pensar en bajarla a los 12, teniendo en cuenta que esto supone un fracaso social total.
En cuanto al grupo de 18 años que comete un delito muy grave podría valorarse la responsabilidad dependiendo de la madurez del individuo y en torno a esto ser juzgado como menor o como adulto. El resto, yo creo que está funcionando bien, aunque nos hacen falta más centros terapéuticos para menores con problemas de drogas, con marcadas características psicopatológicas y también necesitamos una supervisión muy próxima de las administraciones y de la propia Fiscalía.
El juez de menores, Emilio Calatayud, es conocido por sus sentencias ejemplares, ¿es partidario de ellas?
Me parece estupendo, aunque lo que hace Emilio en Granada, se hace en el resto de España. Consiste en proponer medidas alternativas, para educar, formar y en algunos casos pone sentencias ejemplarmente duras. La gran ventaja y la gran virtud es que además de haber entendido muy bien la filosofía de la Ley, traslada perfectamente a los medios de comunicación estas sentencias que son muy lógicas, por lo que tienen una gran acogida entre la ciudadanía.
¿Nos podría decir, según su opinión, los pilares básicos que usted recomienda como fundamentales para educar a un hijo?
Lo primero, hay que querer ser padre, darles mucho cariño en los primeros estadios de la vida, permitiéndoles jugar con otros niños, porque el juego es esencial. Además, es imprescindible enseñarles lo que es el deber. Por ejemplo: vamos a ir a ver al abuelo que tiene Alzheimer te guste o no, porque debemos hacerlo. Hay que educarles en la compasión, en el sentimiento de lo que es el perdón, enseñarles el dolor…
En general, hay que tener mucho sentido del humor, tenemos que aprender a relativizar los problemas y educar a los niños en la complejidad, en la duda y en saber superar las rupturas. Pero yo no soy quién para decirle a una persona como lo debe hacer, lo importante es el detalle con el que se hace, el tono de voz empleado, el uso de la comunicación no verbal…
Educar es un arte, por lo tanto, se pueden dar las reglas del juego, pero hay muchas cosas que lo tienen que aprender los padres por sí solos desde la ilusión, desde el esfuerzo y teniendo en cuenta siempre que la educación es muy cansada.