El último bosque de cuento de hadas

Foto: del Parque Nacional de Bialowieza.
Foto: del Parque Nacional de Bialowieza.

Cierra los ojos y deja volar tu imaginación. Te encuentras en un paraje natural. Todo verde. Rodeado en gran abundancia y variedad de plantas, arbustos y árboles, a cuál más alto, algunos con más de 50 metros y 500 años. Robles, tilos, fresnos y hayas conviven con el castor europeo, alces, jabalíes y bisontes, entre otras especies, en un paisaje rico en biodiversidad y ecosistemas con ríos, llanuras, bosques frondosos y montes. Un lugar digno de los cuentos de los hermanos Grimm que existe en la vida real: el bosque de Bialowieza, el último bosque virgen de Europa.

En la frontera entre Polonia y Bielorrusia se ubica este pedazo de tierra, de 1800 kilómetros cuadrados, que en las décadas de los setenta y los noventa la UNESCO declaró Reserva de la Biosfera y Patrimonio de la Humanidad en ambos países. Convertida en reserva natural es lo que queda de lo que antiguamente se conocía como el Gran Bosque de Lituania.

Ha logrado mantenerse desde la última Era Glacial porque no tuvo mucha población humana cerca hasta pasada la edad media, cuando en el siglo XIV se empezaron a abrir las pocas rutas que lo atraviesan.
Pero si algo lo mantuvo casi intacto fue el reinado de los reyes de Polonia que limitaron el acceso al considerarlo su coto de caza y propiedad privada. En el siglo XV decretaron que cualquiera que matase un bisonte sería ejecutado, y que los ciudadanos del pueblo de Bialowieza que hiciesen de guardias forestales se liberarían de impuestos y servicios feudales.

No todo fue bueno, también hubo malas épocas. Durante los reinados de los distintos zares de Rusia y la primera guerra mundial, la flora y la fauna del bosque sufrieron la mano del hombre con la tala de árboles y la matanza de osos pardos y otros animales terminando con su especie en el siglo XIX. Recientemente han sido reintroducidos el lobo, el lince y el bisonte.

Actualmente, el bosque de Bialowieza se ha recuperado. Las leyes del parque lo respetan, ni siquiera se retiran los árboles caídos, que sirven de refugio para muchos animales pequeños, musgos y hongos. Sólo una valla que separa los dos países viola la virginidad de la zona.