Os voy a contar la historia de Rosa Mora, una mujer de 44 años que a los 14 se vio seriamente afectada por las secuelas de síndrome tóxico derivado del aceite de colza y de cómo esta positiva mujer supera cada día su discapacidad con su tesón y su trabajo como profesora de pintura.
¿Cómo afectó en tu familia el problema del aceite de colza?
Afectó a mi hermana mayor, que por desgracia murió, a otra más pequeña que yo (que también murió pero de un accidente de coche años más tarde) a mi madre y un poco menos a mis otros hermanos. Eramos 6.
Te comento esto para que te hagas una idea de lo que fue para mi madre tener que atendernos a 6 hijos, tres ingresadas en el hospital y a los que nos tenía que hacer de todo mientras los tres más pequeños se quedaban con mis tíos.
Contábais con el apoyo familiar…
Mi familia nos ayudó mucho. Sobre todo mi tío y mi prima, que fueron los que me obligaron a comer y empezaron a hacer que andara.
¿Qué secuelas físicas tuvo?
Las primeras secuelas me afectaron a las manos, lo que llaman como mano en garra (los dedos como hacia adentro). Pero lo primero es que estuve un año sin poder ni moverme de la cama, incluso me tenían que dar la vuelta, asearme, darme de comer, vestirme, todo absolutamente. No movía ni los brazos.
Y cuando mejoré un poco fue empezar de nuevo: 4 años en silla de ruedas y aprender a hacerlo todo, a adaptarme, a escribir, peinarme, lavarme, todo….
Actualmente, tengo limitaciones en ambas manos, piernas y pies. Y el resto de secuelas se centran sobre todo en mi rigidez física, en las articulaciones. Personalmente me veo en un cuerpo de una persona de la tercera edad. Me falta fuerza, me canso mucho…. Tengo dolores en las manos y los pies, normalmente tendinitis y las rodillas fastidiadas.
¿Cuándo comenzó a recuperar tu vida normal?
Cuando salí del hospital, donde estuve un año, mi madre quería que hiciera una vida normal, y me matriculó en una escuela interna. Alli empezé a tener que hacerlo yo todo sola. Al principio me tenían que levantar de la silla porque yo no podía, pero empecé a escribir, a manejar los cubiertos, a vestirme, a ser autónoma. Mis compañeros me ayudaron realmente mucho a confiar en mí. No me hicieron sentirme distinta a ellos nunca. Para mi estudiar allí fue una terapia.
¿Ahí comenzó tu afición a la pintura?
No, después fui a la Escuela Municipal de Pintura de Consuegra, y en ese momento empezó mi afición por la pintura. El profesor que me enseñó a pintar me brindó la oportunidad de ayudarle en las clases. Y años después me decidí a hacerlo por mi cuenta en mi propio taller. Me dieron una ayuda de la Comunidad y eso me empujó a empezar.
Más tarde me he ido perfeccionando asistiendo a clases particulares. Investigando por mi cuenta…
¿Cuántos años lleva con su propio taller?
Llevo 5 años, muy contenta. Haciendo lo que me gusta y con personas maravillosas a mi alrededor. Restauro los cabezudos de mi pueblo, hago retratos por encargo, decoro figuras de escayola, resina, marmolina, belenes… Un poco de todo.
Pero además da usted clases
Sí, tengo una tienda material de Bellas Artes y Manualidades. Doy clases de pintura a niños y adultos. Y este año me han ofrecido dar clases tambien en un Centro de Adultos de Caja Madrid.
¿Qué saca de toda esta experiencia vital?
Algo que he aprendido de lo vivido, es a saber escuchar. Pienso que mi vida podría ser de otra forma si no me hubiese pasado nada, pero la mi vida actual me gusta, me llena, por lo tanto no la cambiaria si tuviera oportunidad.
Solo siento la muerte de mi hermana mayor. Eso si lo cambiaría… y por supuesto el sufrimiento de mi madre.
La vida pasa y nosotros aprendemos a vivir como buenamente podemos. Me he adaptado bastante bien al cambio que sufrí, pero todos los días me levanto con los mismos dolores, aunque el trabajo me hace olvidarlos realmente.
Nunca he tenido complejos. Me siento una persona como otra cualquiera, aunque para hacer mi vida tenga que hacer más esfuerzos.