Cuidado Alzheimer: la escucha activa del voluntario

Chica escuchandoSeguimos con los consejos para voluntarios de los ‘Cuadernos prácticos sobre la enfermedad de Alzheimer y otras demencias‘, que editan AFAL y Obra Social Caja Madrid. Y uno de los aspectos clave de la relación entre enfermo y familiar o cuidador es la comunicación que se debe establecer entre ambos. Por eso nos parece fundamental darte algunas pautas sobre ella, en concreto sobre la escucha activa.

Para empezar, debemos mostrar abierta y claramente nuestro interés en lo que nos están diciendo, así como estar dispuestos en todo momento a participar en esa comunicación. No es lo mismo oír que escuchar; nuestra participación activa es un medio eficaz de incentivar o motivar a nuestro interlocutor para que siga hablando y se sienta a gusto al hacerlo, transmitiéndole la sensación de que (como así es, realmente) nos está proporcionando información útil y valiosa.

Deberemos entender cuál es el momento en que la persona que nos habla desea que se produzca nuestra intervención, el momento de acabar, en cada caso, con nuestro papel de simple oyente. Para lo cual es preciso que sepamos identificar los sentimientos del otro. Hay que pensar que, cuanta más información nos proporcione la persona con la que estamos hablando, tanto mejores serán las condiciones en que nos encontremos para desempeñar nuestra labor. ¿Cómo conseguirlo?

Aquí son especialmente importantes las habilidades relativas a la comunicación no verbal: movimientos de cabeza y gestos de la cara que demuestren que seguimos con atención en todo momento el tema del que se habla, postura corporal activa y de acercamiento, mirar a los ojos de la persona con la que hablamos…

Importantísimas para demostrar nuestro interés y crear el clima de confianza necesario en una relación fluida y útil son las preguntas que podamos dirigir a nuestro interlocutor. Esto es especialmente cierto si notamos que se trata de una persona de «pocas palabras», a la que le cuesta exteriorizar sus sentimientos.

De este modo podremos saber cómo se siente, qué cosas le preocupan, qué le gustaría hacer. Con ello estamos almacenando información para poder saber cómo ayudarle, así como invitándole a reflexionar en ciertos aspectos de su propia situación.

Disponer de información relevante es algo absolutamente necesario para poder comunicarnos adecuadamente y para afrontar los problemas y demandas del entorno. En la medida en que estemos informados de las necesidades, quejas, objeciones, etcétera, de la persona que nos habla, nos encontraremos preparados para buscar las soluciones más apropiadas en cada caso, lo que, a su vez, nos proporcionará seguridad.

TIPOS DE PREGUNTAS

Las preguntas que nos servirán son de dos clases: abiertas y cerradas. La situación concreta nos dictará, en cada momento, cuál es el tipo que debemos elegir. Las preguntas abiertas las utilizaremos cuando queramos conseguir información amplia y general sobre algún asunto determinado. Ejemplo: ¿cómo se siente? Las preguntas cerradas nos servirán para obtener información concreta  y específica, o cuando queramos evitar que nuestro interlocutor se extienda demasiado en sus explicaciones. Ejemplos: ¿dónde fue?, ¿quién?, ¿cuándo?… La semana que viene te cuento más cositas.