Conocido por ser la primera ruta comercial hacia el interior de África, el río Gambia fue, durante siglos, la puerta de salida de miles de esclavos que eran embarcados, desde la isla de James, rumbo a las recién descubiertas tierras americanas.
Una triste historia, la vivida a lo largo de los 1.300 km de longitud de este río que bebe su nombre del país más pequeño de África, a la que los últimos años se le ha dado la oportunidad de mejorar. Así, la UNESCO se ha encargado de convertir la otrora isla de esclavos en Patrimonio de la Humanidad. También la anteriormente amenazada fauna y flora de este territorio ha sido objeto de protección por este organismo.
Este es el caso del Parque Nacional de Niokolo-Koba, que lleva décadas de protección a sus espaldas, considerado primero coto de caza allá por 1926, para pasar posteriormente a ser ‘Reserva Forestal’ en 1951, ‘Reserva de Fauna’ en 1953 y, finalmente ‘Reserva de la Biosfera y Patrimonio de la Humanidad’ en 1981.
Con una superficie de 9.130 km cuadrados de planicie, salpicada por el río Gambia al sudeste y noroeste, las 1.500 especies de plantas, las 80 variedades de mamíferos, 300 especies de aves, 36 de reptiles y 20 animales de anfibios, y 60 especies de peces han hecho de este parque merecedor del honroso título de la UNESCO.
Sin embargo, los cazadores furtivos y el desarrollo de la zona han hecho de Niokolo-Koba prácticamente un desierto. Así, si en 1900 había 5.000 ejemplares de ñu rojo, ahora su población se ha visto mermada a 150 supervivientes. Igual situación han vivido los antílopes, que han pasado de 24.000 a apenas un centenar.
Peor situación es la vivida por los elefantes, de los que no se sabe si quedan ya en el parque. La falta de recursos, con un agente forestal cada 57 km, y los problemas de gestión han facilitado el pillaje y con él la desprotección, por lo que en 2007 la UNESCO decidió incluirlo en la lista de Patrimonio Mundial en Peligro.