El año pasado vi por primera vez a un delfín rosado del Amazonas (Inia geoffrensis). Fue durante un viaje con mi novia a la bella y exótica ciudad peruana de Iquitos, que se encuentra enclavada en el corazón de la selva sudamericana. Lo penoso fue ver al delfín en el zoológico de Quistococha, y no porque las instalaciones fueran inadecuadas, porque en realidad estaban bastante bien, sino porque el tema de los animales en cautiverio siempre resulta ser poco grato.
El delfín se llamaba ‘Huayrurito’ y era muy divertido. Cabe precisar que en Perú el término ‘Huayruro’ se refiere a un árbol oriundo de América con semillas rojas y negras, que se utilizan para elaborar collares o pulseras.
En el zoológico jugamos con el animal y lo acariciamos desde el borde de su estanque. Se veía a gusto. Le lanzábamos hojas de árboles y él nos las devolvía con el hocico. En aquel entonces, era increíble pensar que hubiera en el mundo personas tan desalmadas que se atrevieran a matar a esos tiernos animales.
Sin embargo, el Instituto brasileño de Invetigación Amazónica nos baja de la nube y nos devuelve a la realidad: ‘Los delfines rosados del Amazonas están en peligro de extinción’. En efecto, la presencia de delfines rosados en el río Amazonas y en sus afluentes está siendo amenazada por los pescadores que los matan para utilizar su carne como cebo.
Según el Instituto Nacional de Investigación Amazónica de Brasil, unos 1.500 delfines rosados de agua dulce son asesinados cada año en la Amazonía occidental “para sostener un lucrativo comercio de bagre”. Aunque ilegal, este criminal negocio puede hacer ganar a estas personas, en sólo dos días, hasta 350 euros (el doble del suelo mínimo mensual en Brasil).
“Los delfines, que pueden ser de 2,5 metros de largo y pesar lo mismo que un hombre adulto, son los más grandes de cuatro especies conocidas en América del Sur y Asia. La causa de su color rosado se debate, algunos científicos dicen que se debe a los vasos sanguíneos que están cerca de la piel”, anota el comunicado del ministerio español.
Según la información, lo que hace falta en la Amazonia es mayor vigilancia, para que esta especie de delfín no corra la misma suerte del delfín chino, que ya ha desaparecido por completo.