
Aprovechando el interés de Carlos III por la ciencia y la tecnología, Alejandro Malaspina, noble y marino italiano al servicio de España, puso rumbo a las Américas, a bordo de las fragatas ‘Atrevida’ y ‘Descubierta’, allá por 1788. Se iniciaba así, la Expedición Malaspina, uno de los viajes científicos más importantes de la era ilustrada, con el que se pretendía incrementar el conocimiento en campos como las ciencias naturales o la astronomía.
Tal y como os adelantamos en un post hace unos meses, en noviembre se pondrá en marcha la expedición de circunnavegación ‘Malaspina 2010‘, justo cuando se cumplen doscientos años de la muerte de Alejandro Malaspina.
Así, en el año de la Biodiversidad, el Ministerio de Ciencia e Innovación y la Armada Española, llevarán a cabo un proyecto con el que se espera poder elaborar un inventario coherente y de alta resolución acerca del impacto del cambio global en el ecosistema del océano, así como aumentar nuestros conocimientos sobre la biodiversidad en el océano profundo.
A su regreso a España, Alejandro Malaspina se encontró con que lo que más interesaba a los reyes no eran ni la colección de especies botánicas ni los descubrimientos científicos, sino conocer el estado de los dominios de la monarquía española en América.
En cambio, todo apunta a que la llegada de la nueva expedición, que partirá el próximo mes de diciembre, será diferente, ya que esperan encontrar millones de genes nuevos para la ciencia. Además, con esta iniciativa se quiere concienciar acerca de la necesidad de luchar contra la biopiratería.
Esta práctica, que supone la especulación de genes obtenidos en aguas internacionales, es denunciada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en un estudio que incide sobre la urgencia de desarrollar un marco legal para regular el uso y conservación de la biodiversidad en aguas internacionales.
Así, según el centro español, el problema actual radica en que no es obligatorio declarar la procedencia de los materiales biológicos originales cuando se presenta una patente de un gen. Un problema al que se une otro como la destrucción de la biodiversidad en general.
Por ello, y para proteger zonas de especial valor biológico, como son los arrecifes de coral, las montañas submarinas o los ecosistemas polares, el organismo español propone el establecimiento de áreas marinas protegidas en aguas internacionales y recuerdan que tanto la protección de la biodiversidad como la propiedad de los recursos biológicos dentro de las aguas territoriales de cada país están definidas en el Convenio sobre Diversidad Biológica, pero fuera de aguas territoriales no existe un marco legal aceptado universalmente.
Asimismo, el CSIC se felicita del aumento de patentes de genes marinos, a un ritmo del 12% anual, lo que se traduce en más de 18.000 productos naturales y 4.900 patentes de genes marinos con aplicaciones médicas y biotecnológicas, gracias a que la bioprospección en el océano ha dejado de ser una quimera, según concluye en su informe.