El último superviviente del 11-S

William Rodríguez muestra la llave con la que ayudó a muchas personas a salvar la vidaNuestra compañera Jessica Hernández nos cuenta en la revista Perfiles, que realizamos aquí en Servimedia, la historia de William Rodríguez, la última persona en salir con vida del World Trade Centre antes de que las torres se derrumbaran tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Aquel día, en el que ayudó a salvar la vida a centenares de personas, le ha marcado para siempre. Os dejamos con el reportaje de Jessica.

El 11 de septiembre de 2001 amaneció un día soleado y espléndido, por eso William Rodríguez pensó en no ir a trabajar, llamó a su jefe y pedió permiso, pero le fue denegado. Resignado, acudió a trabajar, aunque llegó media hora tarde. Ahora asegura que:

“Esos minutos fueron los que me salvaron la vida”.

Rodríguez era técnico de limpieza en la Torre Norte del World Trade Centre. Cada mañana subía al piso 106 a desayunar, pero esa mañana no le dio tiempo y mientras hablaba con el supervisor escuchó una gran explosión.

Cuando descubrió qué estaba pasando no huyó, hizo lo contrario que la mayoría de las personas, volvió a entrar para ayudar a salvar vidas. Y todo fue gracias a la que denomina ‘la llave de la esperanza’, una de las cinco llaves maestras del World Trade Centre que el día del atentado él tenía en sus manos y que le permitió salvar personalmente a 15 personas y a colaborar con los bomberos en la evacuación de cientos de personas que estaban en esos momentos en las Torres Gemelas.

Este puertorriqueño asentado en EEUU se encuentra en España participando en los Congresos de Jóvenes ‘Lo que de verdad importa’, organizado por Además Proyectos Solidarios, donde narra la historia que cambió su vida.

Considera que hay un gran interés y una severa necesidad por llevar la información sobre lo que ocurrió el 11-S a todo el mundo:

“Para mí fue un accidente que transformó mi vida, un evento catalítico que cambió la historia del mundo moderno”.

En su opinión, reconoce además que:

“Fue la ignorancia de la gente ante lo que estaba ocurriendo en las Torres Gemelas lo que provocó que muchas personas murieran. Probablemente el mundo entero sabía mejor lo que estaba pasando en ese momento que los que estábamos ahí dentro”.

Cuenta, por ejemplo, cómo había personas que no querían salir del edificio porque estaban esperando un fax o porque tenían miedo a ser despedidas si abandonaban su puesto de trabajo. Además, recuerda secuencias desgarradoras, no aptas para públicos sensibles.

“Ese día fui testigo de cosas tan horribles que me hicieron pensar en las cosas más importantes de mi vida. Yo antes del 11-S era una persona agnóstica, que no creía en nada. Ese día le pedí ayuda a Dios”.

Finalmente, cuando consiguió escapar del edificio, segundos antes de que se derrumbase la última torre, sólo le dio tiempo a refugiarse debajo de un camión de bomberos, donde tardaron más de tres horas en rescatarlo de entre los escombros. Y cuando salió:

“Lo que encontré fue una total desolación y desastre, al mismo tiempo que una gran expectación mediática”.

Lo calificaban como el último hombre en salir con vida de las Torres Gemelas:

“Empecé a aprovechar el reconocimiento de los medios de comunicación para decirle al mundo entero lo que pasó y representar a las víctimas del terrorismo, en especial a los afectados ‘sin papeles’ que estaban allí cuando sucedió el atentado”.

Rodríguez considera que su labor ha sido más significativa después del 11-S, ya que, según el puertorriqueño, su verdadera tarea comenzó tras el atentado, ayudando a la identificación de los inmigrantes ilegales que fallecieron ese día, consiguiendo que parte de los fondos del 11-S fueran a parar a la comunidad latina e intentando mejorar la legislación que regula a este colectivo.

Fue reconocido como héroe nacional de EEUU y se convirtió en el presidente de la Asociación de las Víctimas Hispanas del Terrorismo, la más importante del país. Recaudó más de 120 millones de dólares para las víctimas inmigrantes, pobres, personas sin seguro o sin empleo.

Rodríguez se resigna a pensar que:

“Quizás este capítulo de la historia fuese algo inexorable que tenía que pasar, aunque fuese para que yo aprendiese a ser más bondadoso, porque ahora soy un adicto a ayudar. Me enseñó a reconocer lo que de verdad importa en la vida y a asumir la responsabilidad social que tenemos cada uno para conseguir un cambio positivo en el mundo”.