
La educación es un derecho humano fundamental. Acceder a una buena formación, desde los primeros años de vida, debería ser posible para todos los niños del mundo. Pero, lamentablemente, no es así. Alrededor de 250 millones de menores no saben leer ni escribir. Y no sólo eso, sino que uno de cada cuatro escolares de los países pobres no es capaz de leer una oración completa, según la Unesco.
La directora de esta entidad, Irina Bokova, ha señalado que el mundo necesita 5,2 millones de nuevos profesores antes de que termine 2015 para garantizar una educación de calidad.
Y es que, según el informe de seguimiento del Objetivo del Milenio referido a la ‘Educación para todos’, este ‘analfabetismo’ supone un coste anual de 129.000 millones de dólares para la economía mundial ya que, un 10% del gasto mundial en enseñanza primaria se pierde en educación de mala calidad que no garantiza que los niños aprendan.
De hecho, hay 37 países que pierden al menos la mitad de su inversión en primaria ‘porque sus niños no aprenden’, según el estudio, uno de los motivos por el que se insiste en la necesidad de profesores cualificados y formados que ayuden a combatir esta lacra.
La educación de mala calidad está dejando un legado de analfabetismo mucho más extendido de lo que hasta ahora se creía
Pongamos los datos por delante – sin olvidar que detrás de los números hay personas – y entonces hablamos de que tres de cada diez jóvenes en América Latina no han adquirido las competencias educativas básicas, y se estima que, de seguir con la tendencia actual, habrá que esperar a 2072 para que ‘todos los adolescentes pobres sepan leer y escribir’.
Por otra parte, la Unesco recomienda apostar por la educación de los docentes, con más plantillas y con una formación de calidad. Para ello, la Organización aconseja ‘poner en marcha incentivos que atraigan a los alumnos más brillantes a la docencia’, ofrecer planes de estudio adecuados y de calidad y destinar los mejores maestros a aquellas zonas y colectivos con mayores necesidades.