
Miden 28 cm x 18 cm x 18 cm y parece mentira que algo tan pequeño haya podido mejorar tanto la vida de tanta gente que lo está pasando mal. Nos referimos a las lámparas solares que Acnur pone a disposición de los refugiados y que han cambiado sus días, pero sobre todo sus noches.
Ahora, las mujeres se sienten más seguras cuando van al baño por las noches (antes muchas no se atrevían a hacerlo), porque casi todos los intentos de agresión a mujeres y niños suceden en las horas nocturnas.
Las lámparas solares almacenan energía durante el día y son capaces de proporcionar hasta ocho horas de luz cuando cae el sol. Eso supone ocho horas más de estudio para los niños y ocho horas más de trabajo para sus familias, que ya no tienen que cenar a oscuras.

Además, estos pequeños faroles permiten la recarga de teléfonos móviles, con lo que se abre la posibilidad de localizar a otros miembros de la familia después de una emergencia.
Están hechas de plástico reciclado y sustituyen a 20 lámparas de keroseno a lo largo de su vida útil. Además, mejoran la salud de las familias que las utilizan y disminuyen el riesgo de que se registre un incendio.
¿Y sabéis lo mejor? Que con tan solo 30 euros podemos enviar una lámpara solar a una familia refugiada. A nosotros nos resulta difícil encontrar una rentabilidad mejor para esos 30 euros que la de mejorar la vida de una familia de personas refugiadas. ¿Y a vosotros? Podéis hacerlo desde aquí.
Cuando Acnur nos dio una lámpara solar se iluminó nuestra noche
Así lo asegura una madre somalí en el campo de refugiados de Dollo Ado, en Etiopía. Y así lo cuentan en este video que hemos elegido como imagen de la semana Edgardo Almasán y su hijo en Filipinas, país al que Acnur ha enviado 19.000 de estas lámparas solares tras el paso del tifón Haiyán.