El testimonio humanitario de una enfermera que lucha contra el ébola en Sierra Leona

La enfermera de Cruz Roja, Lucía Benavent
Foto: Cruz Roja Española

Cuando a la enfermera de Cruz Roja Española Lucía Benavent le pidieron disponibilidad para viajar a Sierra Leona a tratar a personas infectadas con el virus del ébola, puso muchas cuestiones en la balanza. Pensó que no se trata de un problema aislado, sino de un problema de todos. El principio de humanidad declinó su báscula por encima de lo que pesase cualquier miedo.

La profesional sanitaria permaneció seis semanas en el país africano. Era su primera vez allí y también la primera vez que Cruz Roja Española se enfrentaba al ébola. Por eso, esta misión era un reto para la organización humanitaria y también para Lucía. Dos días antes de su vuelta, el Centro de Tratamiento del ébola de Cruz Roja Española a las afueras de Kenema recibió a los primeros cinco infectados por el virus y eso significaba el principio del éxito de la misión.

Hay muchas sensaciones, imágenes y vivencias que Lucía Benavent tiene grabadas a fuego en su memoria, pero se queda con el aprendizaje continuo para afrontar cada situación y trabajar codo con codo con la población local. A su juicio, ha sido gratificante “trabajar con los profesionales locales, muy motivados y entusiasmados, porque estás dedicando un esfuerzo para que estén preparados”.

Centro de Tratamiento de ébola de Cruz Roja en Sierra Leona
Foto: Cruz Roja Española

En su mochila emocional, esta enfermera se trae también instantes tan duros como:

Ver morir a niños a muy poca distancia de mí antes de poder ser atendidos en el Hospital General de Kenema

En ese momento tienes que pensar con mente fría y:

Aunque sientas mucha impotencia, debes mentalizarte de que no puedes romper la distancia de seguridad y coger a ese niño en brazos para que lo atiendan lo antes posible

Y siempre recordará de esta misión a las enfermeras del Hospital de Kenema, donde han muerto muchos profesionales contagiados. Están especialmente involucradas con la situación y, a pesar de haber perdido a compañeros, amigos y familiares, llevan trabajando meses sin descanso alguno. Su colega española nunca olvidará “esa fortaleza por querer acabar con una situación tan trágica”.

Profesional sanitaria con traje de protección contra el ébola
Foto: Cruz Roja Española

La alegría de los vencedores

Durante su estancia en la unidad de Médicos sin Fronteras de Kailahun, la enfermera de Cruz Roja fue testigo del alta de un par de pacientes, un momento que vivió

Con muchísima emoción por la impresionante alegría de las personas que han vencido al virus y se merecen vivirlo con esa intensidad

Puede que en la mirada de quienes han sobrevivido al ébola no quepa el reflejo de tanta gratitud. Lucía Benavent cuenta cómo estos pacientes reconocían por sus ojos a los profesionales sanitarios que les habían tratado, porque es la única parte de su cuerpo que veían.

Un joven de 30 años, que llegó por su propio pie aunque bastante débil al Centro de Tratamiento de ébola de Cruz Roja, fue el primer paciente infectado con el virus al que atendió. Sus primeras palabras fueron para decir que tenía sed y también hambre, lo que significaba que todavía la enfermedad no estaba en una situación tan extrema como para impedirle cubrir esas necesidades básicas. Así que la enfermera salió de allí con la convicción de que sería su primer superviviente. “Hay que afrontarlo y transmitirlo a los pacientes con esa visión positiva”.

Varias personas esperando a ser atendidas en el centro de Cruz Roja
Foto: Cruz Roja Española

Entre la condena a muerte y la esperanza

Si se pone en la piel de la población local, la profesional sanitaria reconoce que tiene que impresionar que una persona te reciba completamente tapada, con esas medidas de precaución para evitar el contagio. La enfermera recuerda que:

Es como si un extraterrestre saliese a buscarte. Cuando te pones el traje de protección por primera vez piensas en si vas a aguantar, si vas a poder trabajar y manejarte en las actividades más finas, que son las más difíciles con ese equipo

Lucía Benavent se preguntaba cómo iba a acercarse y cuidar al paciente y reconoce que no sentía miedo, sino respeto absoluto, porque:

El miedo es bueno como mecanismo de defensa para poder afrontar las situaciones de estrés, siempre que no te bloquee. Por eso no podemos tener miedo. Debemos tener respeto

Hay un tiempo estimado de entre 45 y 60 minutos para poder trabajar con el traje de protección puesto. El motivo es que, al tratarse de una prenda totalmente impermeable, hace que aumente la temperatura corporal y te impide transpirar. Superar ese tiempo es correr el riesgo de sufrir una hipertermia.

Profesionales sanitarios con el traje de protección
Foto: Cruz Roja Española

Además, tanto ponérselo como quitárselo es, según Lucía Benavent, todo un ritual. Se trata de un momento crítico en el que el material está infectado, por lo que el procedimiento es muy estricto para minimizar el riesgo de infección. Nunca olvidará que cuando se quitó por primera vez el equipo de protección

No podía parar de llorar por la emoción de ver que, por fin, pese a todas las dificultades para poner el centro en marcha, iremos atendiendo pacientes de manera progresiva, porque lo primordial es la seguridad y ver que todo funciona bien

Personal local con el traje de protección
Foto: Cruz Roja Española

Al cerrarse las puertas de su avión, ya de regreso a España, a Lucía le invadió la mezcla de sentimientos entre querer continuar con esa labor y el cansancio que le impedía seguir afrontando un trabajo que requiere tanta concentración.

Es mejor retirarse a tiempo que cometer un fallo, porque conlleva un riesgo muy elevado

El Centro de Tratamiento de ébola de Cruz Roja Española en Sierra Leona es ya una realidad que no hubiera sido posible sin el trabajo y el compromiso humanitario de profesionales que, como Lucía Benavent, están dispuestos a acudir allá donde se les necesite.