Como la sabiduría, la entrega y la disciplina de John Foppe, una persona con discapacidad que no tiene brazos y que se ha integrado perfectamente en la sociedad, es inagotable, seguimos con su esclarecedora entrevista. Foppe se ha convertido en escritor, en intrépido viajero y en un gran asesor, sin todas las respuestas, eso sí, pero con un gran bagaje en su maleta. Pero lo que realmente nos demuestra Foppe es que es un gran luchador, un guerrero infatigable que pelea constantemente por sí mismo, por muchas personas con discapacidad y para que otras muchas logren comenzar su lucha personal para conseguir lo que verdaderamente desean.
Estar a gusto con uno mismo y vivir en paz es una de las prioridades de los seres humanos. Se palpa que usted ha conseguido este reto. ¿Cuándo se deja de luchar con uno mismo y se deja de reaccionar ante las cosas para dar paso a una reconciliación, a una aceptación de lo que le rodea y no puedes cambiar?
Uno se da cuenta cuando entiendes, como individuo, que eres el que está en medio de tu deseo, que eres quien realmente te impide conseguir lo que quieres. Eres tú el único que te entorpece la reconciliación con lo que te rodea, no son los trenes, ni el metro, ni los políticos… Una vez que aprendes a convivir contigo, la vida comienza a resultar más fácil. Evidentemente, siempre hay barreras físicas, pero si realmente quieres hacer algo encuentras una manera diferente de hacerlo.
Por eso es importantísimo entender que todo se reduce a uno mismo. El problema no está fuera, sino dentro. Cuando uno cambia como individuo, el mundo que está alrededor cambia al mismo tiempo. Si alguien intenta cambiar todo lo que está afuera es como darse golpes contra la pared. Pero hay una cosa que todo el mundo tiene dentro, a la que algunas personas llaman conciencia, y que siempre nos apunta hacia algo que perseguimos todos los humanos.
¿Y qué perseguimos?
Podría ser la felicidad pero no todos la buscan, hay gente que prefiere ser miserable. La libertad tampoco porque hay personas que no luchan por ella, ni la vida porque hay quien se suicida. Servir a los demás tampoco porque a muchos no les interesa y son vagos por naturaleza. Ni siquiera el amor porque, aunque es una necesidad humana, no es lo que todos queremos. Lo que realmente todo el mundo quiere es tener razón. Esa vocecita, que algunos llaman conciencia, está observando el mundo constantemente y analiza si estamos de acuerdo o no con lo que vemos y vivimos, si es algo falso o verdadero, positivo o negativo, bueno o malo.
En realidad, así es como encontramos el sentido a la vida. A veces, esa voz quiere que tengamos razón cuando nos acoplamos en el papel de víctima. En ocasiones, salimos a la vida y fracasamos a propósito para poder volver a casa y poder decirnos: ‘ves como tenía razón, ves como no podía hacer esto’.
Hay muchas personas con alguna discapacidad que intentan hacer las cosas y fracasan y eso, por desgracia, refuerza la idea de que no podemos, de que no somos válidos. Aunque su voz interna les diga que no pueden, mi pregunta para ellos es: «pero, ¿eres feliz?». Teniendo o no razón, lo que importa es si uno quiere o no ser feliz y, por desgracia, no se pueden tener las dos cosas. Hay que elegir. Personalmente, he preferido ser feliz a tener razón. No podemos hacerlo todo porque hay limitaciones, pero es importante hacer algo que tenga valor.
Usted dice que es imprescindible quererse mucho. ¿Qué es lo más importante que hay que aprender para amarse de verdad?
Lo principal es entender que lo que vales no depende de lo que haces sino de quién eres, de lo que eres. Hay dignidad y valor en el hecho de ser un ser humano. En mi caso, también encuentro un valor añadido en ser hijo de Dios. Por otra parte, hay gente que confunde la autoconfianza con la autoestima, y hay que diferenciar bien estos dos conceptos. Hay muchas personas que basan su identidad en su cargo, en su profesión, pero en la vida hay que aceptar que las cosas cambian y siempre hay alguien más guapo, más rápido o más fuerte. La autoestima debería de basarse en algo duradero, no en algo exterior.
Algo admirable de usted es que, tras superar sus dificultades e integrarse en todos los sentidos en la sociedad, se ha puesto con ganas y sinceridad al servicio de los demás. ¿Qué les da a estas personas que le escuchan con tanto fervor y qué recibe de ellos?
Lo que doy es mi ejemplo y lo que recibo de la gente de mi ONG, ‘Community link’, que ayuda a niños y adultos con discapacidades de desarrollo, es verlos que disfrutan con las cosas sencillas, que no entran en el juego de aparentar. Ellos me recuerdan realmente lo importante. Otra cosa que me han dado, aunque ellos no lo saben, especialmente aquellos que tienen una discapacidad psíquica, es ser consciente de que sigue habiendo prejuicios hacia las personas con discapacidad y que hay que trabajar mucho por la integración. Aunque hemos avanzado mucho, todavía queda mucho por hacer.
Parece que su vocación, su profesión y lo que podríamos llamar ‘misión personal’ coinciden en su persona. ¿Cómo llega a director ejecutivo de ‘Community link’?
Me convertí en director ejecutivo de la ONG porque era una oportunidad para trabajar en el campo de la discapacidad. Además, el cargo me permitió practicar a diario muchas de las lecciones de motivación que había estado enseñando a muchos ejecutivos anteriormente.
‘What’s your excuse?’ es el título de su libro, pero ¿cuál fue en su día la excusa que se daba así mismo y cuál cree que es la que más se repite en los niños y adultos que ayuda en ‘Community link’?
Soy un caso especial. Ni puedo, ni necesito cambiar. Sin embargo, para los clientes de ‘Community Link’ la excusa, muchas veces, ha sido la falta de recursos como el dinero o el transporte.
Una discapacidad, una experiencia extrema, si uno se predispone, le impulsa el desarrollo de una serie de capacidades y virtudes para, de alguna manera, compensar lo que falta. ¿En qué ha mejorado John Foppe como consecuencia de la carencia de brazos?
Mi discapacidad me ha hecho verdaderamente fuerte y me ha ayudado a desarrollar un profundo aprecio por la vida. Personalmente, me ha convertido en una persona mucho más creativa, persistente y comunicativa. Nunca acepto un «no» por respuesta cuando me propongo hacer algo por primera vez.
Usted es un motivador, ¿quién le ha motivado a usted?
Prefiero no definirme como motivador. Me veo a mí mismo más como un asesor o un viajante, también como un luchador de la vida. De hecho, pienso que no se puede motivar a los demás. Uno sólo puede motivarse así mismo.
¿Cuáles son las metas más importantes que se ha propuesto realizar?
Me gustaría escribir más libros, una serie que englobe el tema que podría titularse: ‘Sacar el máximo partido de lo que tienes’. Por otra parte, me gustaría trabajar en una comunidad internacional para discapacitados, combinando mi experiencia de haber trabajado con diferentes culturas extranjeras, así como el soporte que doy a las personas con discapacidad. Otro de mis anhelos es mudarme a Europa, vivir aquí, porque los europeos entienden mucho mejor el concepto de ‘interdependencia’. Hay muchas personas con discapacidad que tienen como meta ser independientes, sobre todo en EEUU. Pero aquí se entiende mejor lo de que ‘te ayudo y me ayudas’, incluso que 1 + 1 pueden ser 3.