
Una investigación de esta profesora de Trabajo Social en la UNED ha sido merecedora del Premio Imserso Infanta Cristina 2010 por abordar el envejecimiento con una fórmula novedosa: considerar todas las vertientes de la persona mayor para su desarrollo óptimo: las capacidades físicas, psíquicas y sociales. En ello ha estado trabajando durante cinco años con casi 200 mayores de Madrid. Además de un resultado científico brillante, esta joven trabajadora social se queda con las vivencias personales de todo este tiempo.
¿En qué consiste su investigación?
Está muy orientada al envejecimiento activo que define la Organización Mundial de la Salud, es decir, un envejecimiento en el que el mayor puede desarrollar todas sus capacidades físicas, psíquicas y sociales. El trabajo ha sido doble: uno teórico y luego aplicar la teoría a la práctica.
Analizamos qué variables eran más interesantes para explicar el envejecimiento activo desde la perspectiva de la calidad de vida, que es uno de los objetivos del envejecimiento saludable, y enlazarlo con otra preocupación de los mayores, la memoria. Luego, intentamos buscar una fórmula para aglutinar todas las variables, para ver cuáles eran las más importanes y cuáles influían más sobre otras.
¿En cuántas personas se ha aplicado su investigación?
Necesitaba una muestra amplia, que finalmente, por la mortalidad, terminó siendo de 184 personas. Ingenié un modelo teórico con variables como la depresión, la percepción de los recursos sociales, la memoria explícita y la percepción de la calidad de vida.
¿Cuáles fueron los resultados?
Se ha podido diseñar un modelo teórico que es una orientación bastante interesante para cualquier profesional que emprenda una intervención con personas mayores orientado al envejecimiento activo o saludable. Y, luego, gracias a ese modelo teórico me di cuenta de que una de las variables que da sentido a todo el modelo es la percepción de los recursos sociales. Hay cuatro necesidades fundamentales en la persona mayor: la soledad, el dolor, la pérdida de memoria y la enfermedad. Cuando nos hacemos mayores precisamos sentir que alguien nos cuidaría en situación de vulnerabilidad. Y puede ser la familia o también un apoyo institucional.
¿Cómo trabajó sobre el terreno?
Adapté un programa de entrenamiento de memoria del Ayuntamiento de Madrid a esas necesidades de las personas mayores. Por ejemplo, en vez de tener que memorizar láminas con ‘bicicleta, cuchara, manzana‘, había que recordar ‘termalismo social’, ‘vacaciones del Imserso’ o las nuevas medidas de la ley de dependencia.
El contenido era mucho más atractivo y enlazado directamente con las necesidades. Al comparar el estudio con otros los índices de memoria aumentaban muchísimo en los programas adaptados, especialmente en el que está orientado al ocio y tiempo libre. Y, curiosamente, en el programa para ver los recursos sociales del Imserso también mejoraron los indicadores de memoria, pero lo hicieron tremendamente los indicadores subjetivos: percepción de recursos sociales, de calidad de vida y mejoraron los estados anímicos.
¿Cuál es el perfil estudiado?
Las mujeres son más participativas y se interesan por cuidar su memoria. Entonces, mayoritariamente fueron mujeres. Los centros Virgen de Begoña, Alonso Cano, Carolinas y Nuestra Nuestra Señora de la Merced, fueron de la misma zona geográfica de Madrid para controlar la variable extraña que era el nivel socioeconómico y educativo.
Todos los participantes tenían que saber leer y escribir y no tener problemas de visión. Luego me di cuenta de que la variable edad no era significativa, porque la persona envejece en función de sus experiencias vitales. Y por edades había dos grupos, de 60 a 75 y de 75 a 90 años. Puedes encontrarte personas con 80 años llenas de vida y radiantes y personas de 60 con una depresión.
¿Cuántas entidades se han interesado por su estudio?
Es un modelo teórico que lo puede utilizar cualquier profesional dedicado a las personas mayores activas y también se puede usar por psicólogos u otro profesional en un centro de mayores, por ejemplo. Y en este entorno de crisis es una forma preventiva para las instituciones de acotar una realidad inminente que es la pérdida de la memoria y de la calidad de vida. No sólo hay que cuidar lo físico, también lo psíquico y lo social.
Sobre todo en una sociedad que va directa al envejecimiento masivo. Las previsiones son que para 2050 el 30 por ciento de la población va a ser mayor de 65 años. Pero hay otro efecto por detrás muy interesante, el envejecimiento del envejecimiento. Un once por ciento de esa población va a ser una población octogenaria, lo que significa hablar de un deterioro físico y psíquico y social evidentes. En el 2030 la esperanza de vida para los hombres va a ser de 80 años y para las mujeres de 86, estamos hablando de un éxito absoluto de la longevidad.
¿En qué está trabajando ahora?
Estoy en un proyecto a nivel europeo en el que queremos ver cómo afectan las redes sociales virtuales en el mayor. Hay muchas personas que no pueden salir de casa y es una forma de llevarles la red social a su domicilio.
¿Qué me puede decir de la memoria?
Tenemos que hablar de la teoría del andamiaje. Cuando una persona se hace mayor se produce una reducción en el peso y en el volumen cerebral, hay un descenso del riego sanguíneo y menor consumo de glucosa. Y eso hace que las personas mayores tengan peor memoria. Por eso es importante desarrollar estos programas preventivos o seguir bien por más tiempo. El cerebro no es algo rígido, tiene una plasticidad y una capacidad de asimilar aprendizajes nuevos que hay que explotar. Y eso repercute en la calidad de vida. La memoria es una de las mayores preocupaciones de las personas mayores y lo viven con mucho miedo.
Además de las conclusiones generales, ¿le ha dejado su trabajo una experiencia subjetiva?
Se me pone la carne de gallina. Sí. Una de las cosas que comentó en mi tribunal de tesis, donde defendí esta investigación, fue que había gustado porque se había visto el lado científico pero también la vertiente emocional. Detrás de esta investigación podemos decir que hay 184 vidas a las que puedo poner nombre y cara. Puedo sentirme orgullosa de haber mejorado la calidad de vida de todas esas personas. Cuando terminé el trabajo en los centros insistían en que me quedara para continuar con los programas de memoria. Es muy bonito ver que esas personas salen diciendo “no estaba tan mal de memoria”. Eso motiva e ilusiona.
Vivimos en un mundo muy individualista. Como diría el profesor Tomás Fernandez García “hay un analfabetismo relacional importante”, por lo que mejorar la comunicación y la interacción para la persona mayor es fundamental, como lo es saber que hay alguien que te va apoyar cuando tengas un problema. Eso yo me lo llevo en el corazoncito. Es algo clave en el tema social, si no le pones corazón estarás desvinculado de la realidad.