
Un colosal boeing 777-200ER, de la aerolínea Aeroméxico y con motores General Electric, aguardaba en el aeropuerto Benito Juárez de la ciudad de México la tarde del 1 de agosto. Los altavoces anunciaban a los pasajeros que estaba a punto de producirse “un vuelo histórico”. Entre la incredulidad y la sorpresa, más de 250 personas, entre ellas yo, embarcábamos en el avión sobre las siete de la tarde (hora local). Llegamos a Madrid el 2 de agosto, sobre la una del medio día (hora española), donde, a pie de pista, nos aguardaba un buen grupo de cámaras y flashes.
Los afortunados pasajeros no supimos nada hasta que llegamos al aeropuerto. Sólo al entrar al boeing comprobamos que no se trataba de ninguna broma. Los técnicos de la hazaña y los dirigentes de las compañías promotoras del “vuelo verde” merodeaban junto al aparato. Los flashes de las cámaras de fotos inmortalizaban el momento en el que ocupábamos los asientos. Sobre la pista, un camión cisterna suministraba biocombustible al 777 mientras un operario grababa en vídeo el momento.
Mientras, los pasajeros bromeabamos sobre si el carburante funcionaría. Más de uno se acordó de algunos tétricos colosos del trasporte, como el famoso Titanic. Pero no, la eficiencia del boeing estaba más que probada, y sus niveles contaminantes, también: el biocombustible produce un 12 por ciento menos dióxido de carbono por asiento que su competidor más cercano.
LAS SEMILLAS DE UN PLANTA DE CHIAPAS
La famosa planta que ha dado lugar al combustible se cultiva en la región mexicana de Chiapas. Se llama Jatropha Curcas y es una especie nativa de América Central, que se utiliza para construir vallas y que llegó al resto del mundo a través de los colonizadores portugueses.
Esta planta produce unas semillas que contienen un aceite no comestible que se ha usado como combustible de lámparas y motores. Otro de sus usos es la elaboración de jabones y tintes. También se han demostrado, como es el caso del “vuelo verde”, sus propiedades para transformarse en biodiésel. La Jatropha resiste en un alto grado la sequía y no necesita de pesticidas, pues la propia planta repele las plagas. Esta especie vegetal puede vivir hasta 40 años.
Para el “vuelo verde”, el biocombustible, compuesto por una mezcla de la planta oleaginosa, fue proporcionado por Boeing y suministrado por Aeropuertos y Servicios Auxiliares (ASA) y así despegó el proyecto.
Para tranquilidad de los usuarios del vuelo transoceánico, este novedoso combustible de bajo carbono cumple con todos los requerimientos de la Sociedad Americana de Prueba de Materiales de Estados Unidos, el Departamento de Aeronavegabilidad de la Aviación Civil de España y de las autoridades mexicanas.
Así, tras once horas de vuelo sobre el Atlántico, después de recorrer unos 12.500 kilómetros y salvando algunas turbulencias para dar un poquito de emoción al trayecto, el aparato aterrizó en el aeropuerto de Madrid-Barajas. Todo había hecho pensar, de no saberlo gracias a la megafonía que se escuchó en el Benito Juárez, que el vuelo era como los demás.
Sin embargo, los sorprendidos pasajeros estábamos formando parte de un hito histórico: era el primer vuelo transcontinental comercial en un avión de cabina ancha impulsado por motores General Electric con biocombustible. Más de 250 pasajeros de diversas nacionalidades fueron testigos de excepción de este hecho sin precedentes. Para certificarlo, durante el vuelo, la tripulación nos despertó para entregarnos unos diplomas personalizados para que recordásemos el exitoso “vuelo verde”. El jet-lag que sufrimos también pasaría a la historia…
COMPROMISO AMBIENTAL
El vuelo se efectuó con una mezcla de un 70 por ciento de combustible tradicional y de un 30 por ciento de biocombustible. La bioturbosina está compuesta por una mezcla de turbosina derivada del petróleo, así como de hidrocarburos obtenidos de la famosa Jatropha Curcas.
Según ha notificado en un comunicado, Aeroméxico quiso mostrar con este vuelo su compromiso de promover el desarrollo de combustibles alternativos de aviación bajos en carbono a lo largo de su ciclo de vida.
Aunque el combustible no es financieramente viable por su alto costo de producción, la compañía aérea azteca tiene previsto seguir adelante con el proyecto. De hecho, ha anunciado que implementará en coordinación con ASA un programa de vuelos comerciales con biocombustible a destinos como San José, Costa Rica, a lo largo de un año con equipos Boeing 737-700.
Algo similar hará la firma Boeing. Esta empresa afirma que continúa respaldando el desarrollo de biocombustibles sostenibles con bajas emisiones de carbono. Se trata de seguir el camino que emprendió en octubre de 2009, cuando Boeing y ASA firmaron un acuerdo de investigación sobre biocombustibles.
Ecología y seguridad son dos objetivos en los que seguir trabajando tras el “vuelo verde”. En este sentido, diversas autoridades internacionales como la Sociedad Americana de Prueba de Materiales de Estados Unidos y el Departamento de Aeronavegabilidad de la Aviación Civil española, en reiteradas ocasiones, han informado que este combustible de bajo carbono cumple con todos los requerimientos actuales de seguridad.
COMPROMISO SOLIDARIO
Pero el compromiso va más allá de lo ambiental y lo viable técnicamente. Gracias al cultivo de la Jatropha, diversas comunidades indígenas están saliendo de la pobreza. Su producción está reflotando la economía de pequeños campesinos en áreas pobres, como es el caso de Chiapas en México y, en el otro lado del mundo, la India, donde British Petroleum ya la está cultivando en grandes extensiones.
Mientras, a miles de pies de altura, grandes colosos vuelan emitiendo menos contaminantes que de costumbre. Y, en su interior, para no olvidar el sello mexicano de la histórica proeza aérea, los pasajeros pueden pedir a la tripulación un poquito de picante a la hora del desayuno. Al menos eso es lo que ocurrió, sobre el Atlántico, a principios del pasado agosto.