
Un grupo de expertos españoles ha realizado un estudio que demuestra que el deterioro de la memoria se refleja en los niveles de una hormona implicada en el aprendizaje y la cognición llamada cortisol. Esta hormona se ha revelado como un marcador biológico para identificar ciertos tipos de deterioro cognitivo leve, que en algunos casos podrían corresponder a las fases iniciales de la enfermedad de Alzheimer.
El hallazgo se ha publicado en el último número de la revista Psychoneuroendocrinology y se refiere a dos tipos concretos de deterioro cognitivo. El primero es el de tipo no amnésico, que es aquel en el que alguna función cognitiva está alterada pero en el que la memoria está intacta y el segundo es el denominado multidominio en el que tanto funciones cognitivas como memoria sufren algún deterioro.
Este trabajo lo ha llevado a cabo el Centro de Investigación de la Neuropsicobiología de la Cognición (Cinco), que está formado por profesores e investigadores de Psicología de la UNED y que realiza investigación básica y aplicada sobre los procesos de aprendizaje y memoria.
Para su ejecución se evaluó el estado cognitivo de una muestra de 56 individuos con edades comprendidas entre los 65 y 90 años, a través de una serie de cuestionarios centrados en la memoria a largo y a corto plazo y también en la memoria semántica. Gracias a estas pruebas descubrieron que 20 estaban sanas y el resto sufrían algún tipo de deterioro.
Además, se midieron los niveles de cortisol de los participantes en diferentes momentos del día y los resultados indicaron que aquellas personas con deterioro cognitivo de tipo no amnésico y multidominio presentaban, al despertarse, un patrón de liberación superior a los sujetos sanos con edades y niveles de educación similares.
Si los valores de esta hormona son normales, el cortisol influye en el aprendizaje y en el recuerdo de lo aprendido, sin embargo, al mostrar indicadores más elevados se pueden producir cambios perjudiciales para nuestro cerebro, puesto que las células pierden su capacidad de comunicación e incluso puede producirse la muerte neuronal.
Por eso la importancia de este estudio radica en que abre una puerta a la regulación de esta hormona a través de fármacos, lo que retrasaría la aparición del deterioro cognitivo asociado a la edad.