
Un estudio realizado por investigadores de la International School for Advanced Studies (SISSA) y en el que ha colaborado un equipo de Neuropatología del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (IDIBELL) ha llegado a la conclusión de que la rapamicina, un fármaco que se utiliza para evitar el rechazo en los pacientes trasplantados, podría retrasar la aparición de los síntomas de enfermedades degenerativas como el Parkinson y el Alzheimer.
El trabajo, que ha sido publicado en la prestigiosa revista Nature, es el fruto de cinco años de investigaciones desde que se descubrió que los pacientes con Parkinson sufrían un déficit de la proteína Uchl1.
Para investigar por qué se producía este déficit se puso en marcha un proyecto a nivel europeo llamado Dopaminet (en el que también colaboraron expertos españoles) que abordaba la forma en que las neuronas dopaminérgicas influyen en el desarrollo de la enfermedad del Parkinson.
En el marco del mismo, los científicos descubrieron que la Uchl1 se regulaba de forma mutua con su proteína espejo, que es aquella que está configurada de manera inversa, produciéndose el equilibrio entre ambas.
Además, la actual investigación ha determinado que si la proteína espejo se encuentra en el núcleo de la célula, no interacciona con la proteína; mientras que sí lo hace cuando se encuentra en el citoplasma.
En pacientes con Parkinson hay una proporción menor de Uchl1, que además se localiza en el núcleo, por lo que en esta investigación, los expertos han tratado de extraerla y hacerla interactuar con la rapamicina.
Sin embargo, creen que “todavía está muy lejos” su aplicación en humanos, puesto que aún queda refrendar los resutados del estudio con animales y si las pruebas saliesen bien, comprobar la efectividad de la rapamicina y sus posibles efectos secundarios en humanos al combinarla con otros fármacos.