No me detengo ante la posibilidad de seguir descubriendo detalles sobre hechos históricos que ponen de relieve los primeros brotes de lucha, por parte de la mujer, para conseguir la igualdad de oportunidades. Por eso, vuelvo a llamar a Elvira Sánchez, autora de ‘El corazón del océano’ (Temas de Hoy, 2010) y continúo la entrevista que comencé la semana pasada para colmar mis dudas pro igualdad.
Hablábamos de las mujeres que compusieron la primera caravana que se adentró en el nuevo mundo allá por el siglo XVI. Y de lo que no me cabe duda es de que, con el pasar del tiempo, las leyes comienzan a favorecernos. También es verdad que, según Elvira, tenemos que seguir demostrando que somos igual de inteligentes o capaces que los hombres para desempeñar puestos de responsabilidad. Pero reconozcamos que, a Dios gracias, o a la evolución de la conciencia del ser humano, o a la justicia, hace tan solo treinta y cinco años una mujer casada necesitaba permiso del marido en España para sacar un pasaporte o abrir una cuenta corriente, viajar, trabajar… Y esto ya es historia para las mujeres de hoy, al menos en países modernos, claro.
Ana Rojas, una de las mujeres reales de la historia en la que nos adentra Elvira Menéndez, permitió que las costumbres de los exóticos pobladores devoraran todos sus prejuicios. Sin embargo, sé que muchas mujeres actuales siguen encorsetadas por ellos. Me pregunto cómo podría Ana dar ejemplo a la mujer actual. La autora, amablemente, me lo cuenta:
“Ana de Rojas –como sin duda ocurrió con las mujeres reales de la expedición- se ve obligada a convivir estrechamente con otras culturas. ¿Cómo va a pensar –como se decía en esa época-, que los negros no tienen alma y las mujeres quizá tampoco? ¿Cómo va a creer que son deleznables unas mujeres, como las indias, usadas como esclavas sexuales y que a pesar de eso cuidan con ternura de sus hijos? ¿Cómo no iba a preguntarse por qué los hombres no pecan por fornicar y las mujeres sí? (Así lo hizo la poetisa mexicana, Sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695) que escribió: ¿O cuál es de más culpar, / aunque cualquiera mal haga; / la que peca por la paga /o el que paga por pecar?. La receta para superar los prejuicios es vencer nuestro complejo de inferioridad, inculcado a través de siglos, y razonar libremente, pensar”.
Y me quedo con esta frase que roza la fibra íntima. Y pienso y razono libremente, y me reafirmo en la querencia de borrar el complejo de inferioridad que ha convivido conmigo durante demasiado tiempo.
No, no me resisto. Una pregunta más, señora Elvira. Usted, conocedora irremediable de las mujeres antiguas, de las mujeres modernas, ¿qué necesitamos para equipararnos del todo al hombre?
“Sentirnos seguras de nosotras mismas, reclamar nuestros derechos, ¡y compartir el poder real con los hombres! En la economía, en el gobierno, en la Iglesia…”