Con motivo hoy, 25 de noviembre, del Día Internacional contra la Violencia de Género, hemos querido buscar un enfoque diferente. Apoyar por supuesto y siempre a las mujeres que sufren esta terrible lacra, pero buscar también una esperanza en los proyectos, tratamientos e iniciativas que buscan rehabilitar al maltratador. Hemos hablado con Enrique Echeburúa, catedrático de Psicología Clínica de la Universidad del País Vasco y coautor del libro ‘¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino?‘ (Ediciones Pirámide). Precursor de uno de los programas de rehabilitación de estos hombres, tiene mucho que contarnos.
Desde hace más de una década trabaja en programas de atención psicológica a maltratadores, ¿por qué hay que hacer estos programas?
A un maltratador hay que tratarle porque lo exige la Constitución. El artículo 25 señala que la función de las penas, en prisión o condicional de la condena, está orientada fudamentalmente a la resocialización. A una persona hay que darle una segunda oportunidad. Segundo, porque nos preocupa proteger a las víctimas.
Si el mayor predictor de ejercer violencia es haberlo ejercido antes con otra pareja, lo previsible es que estas personas que tienen de 30 a 40 años puedan emprender otras relaciones. Entonces, por protección a las víctimas merece la pena el tratamiento. El Instituto de la Mujer, en su último estudio de 2006, señala que en España puede haber unas 640.000 maltratadas. Eso quiere decir que por lo menos hay una cifra similar de maltratadores.
¿Qué quiere decir también? Que incluso si van a prisión van a salir. Tenemos que proteger a las víctimas. Este es el objetivo de nuestro programa de tratamiento. Y, en tercer lugar, un aspecto muy importante es que estos programas funcionan, aunque no al cien por cien, lo hace en muchos casos.
¿Cómo se percibió esa necesidad de tratar a los hombres?
En el año 91 pusimos en marcha un centro de violencia familiar a través de un convenio entre la Universidad del País Vasco con las Diputaciones Forales de Vizcaya y Álava, orientado a las víctimas de malos tratos. Después de dos o tres años tratando a mujeres vimos que había un 30 o 40 por ciento de las víctimas que seguían viviendo con los agresores. Entonces nos parecía que quedaba muy cojo el programa si nos ceñíamos al tratamiento de las víctimas. Así, creímos oportuno poner un programa piloto para hombres, sobre todo si vivían con las víctimas, y muy orientado a proteger a las víctimas. Luego me llamaron para desarrollar otro programa con Instituciones Penitenciarias.
Por ese programa externo a la prisión, hasta diciembre de 2009, han pasado 780 hombres. ¿Puede trazar un perfil del maltratador?
Es muy difícil, porque estamos hablando de un número muy amplio de personas. Tienen un perfil psicológico que es complicado definirlo, con características más frecuentes que otras, como presentar problemas en el control de los impulsos, sobre todo de la ira, que tienen dificultades con los celos o con el abuso de alcohol. Aunque eso no quiere decir que sea la causa del problema, pero se da en muchos.
También son personas muy acomplejadas, con déficits en la autoestima y con errores en su sistema de creencias, ideas machistas en lo que se refiere a los roles sexuales y a la violencia como una forma justificativa de solucionar problemas. Muchos tienen problemas de violencia con otras parejas y antecedentes de violencia de infancia. Pero uno de los mayores predictores de violencia en la pareja es haberlo ejercido con otra.
Porque la violencia es una conducta sobreaprendida y con la que además se obtienen beneficios. Otras veces son personas que tienen dificultades para mostrar emociones, por ejemplo, las cosas que no les gusta de su pareja. Hay personas que en lugar de celos tienen posesividad. Es decir, que la persona, en función a que tiene una dependencia emocional de su pareja muy grande, no puede tolerar que su pareja decida romper la relación.
¿Qué porcentaje de éxito de rehabilitación tienen estos programas?
Estas personas tienen que ser conscientes de que tienen un problema, pero muchos de ellos lo niegan o lo minimizan. Dicen que insultan o pegan a su mujer pero es que ella se lo merece o le está provocando, por ejemplo, porque la casa no está limpia, la cena no está preparada o los niños no están acostados cuando él llega… En fin, justifican esa situación.
Y esa justificación ¿porqué viene? Porque en definitiva hay un rechazo social hacia el maltrato. El primer problema con el que nos encontramos es que muchas personas rechazan el programa de tratamiento. Vienen al programa, les explicamos que dura 20 sesiones, pero al día siguiente no vienen. Hay un 30-40 por ciento de rechazo de los casos inicialmente. De estas personas que empiezan el tratamiento, hay un 30 por ciento, aproximadamente, que abandona el programa antes de que se les dé de alta.
Entre los que lo terminan hay un 80-85 por ciento de éxitos. Entendiendo por éxito el que desaparezca por completo la violencia física y de la mayor parte de la psíquica. Y eso confirmado por el agresor y por la víctima en el caso de que tengamos contacto con ella. Si miramos el seguimiento que tenemos al cabo de un año de terminar el programa, ese 85 por ciento de éxito se convierte en un 80 por ciento aproximadamente. Es decir, que cuatro de cada cinco de los que terminan el programa experimentan una mejoría.
¿Qué opina de las sentencias ejemplares para casos de violencia doméstica?
Por supuesto que las apoyo, pero no hay que contraponer la prisión al tratamiento. A veces hacen falta las dos cosas. Si una persona comete un delito grave debe estar en prisión. Pero de la prisión se sale. Por ejemplo, se debería tratar a la persona con una pena larga cuando le quede poco para salir a la calle y va a tener la posibilidad de entrar en contacto con otras mujeres. La prisión no puede ser un depósito de personas, sino que también hay que tratarlas.
¿Qué le pareció la polémica medida del teléfono para el maltratador?
No conozco las intenciones exactas de la ex ministra y ahora secretaria de Estado, Bibiana Aído. Fue polémico pero me parece que es una buena idea. Habrá que estudiar cómo ofrecerlo a la opinión pública. Lo que es una buena idea es que a los maltratadores hay que darles salida, porque no estamos hablando de una o dos personas, sino de unas 500.000.
Si solamente hacemos hincapié “en tarjeta roja al maltratador”, “al maltratador ni agua” ¿qué hacemos con esa realidad existente? Tenemos que darle salida, sobre todo desde el punto de vista de la prevención de posibles víctimas. Entre 500.000 hay maltratadores de todos los tipos.