Balance: Medio siglo de independencia de El Congo

niños africanosCuando todavía resuena en las calles de la capital el estruendo provocado por las pisadas de los quince mil militares que desfilaron con motivo de los cincuenta años de independencia del Congo, miles de personas del noroeste del país huyen del ruido de las botas del Ejército de la República Democrática del Congo y la Alianza de Fuerzas Democráticas del Ejército Nacional para la Liberación de Uganda (ADF-NALU).

Mientras escribo estas líneas, al menos 30.000 personas (según datos de la ONU), han tenido que dejar atrás sus hogares, víctimas de enfrentamientos en la siempre latente región de Kivu, franqueada por los no siempre avenidos vecinos de Uganda y Ruanda y sembrada de oro, diamantes y coltán.

Empleado en la construcción de dispositivos electrónicos, el coltán está no sólo detrás de teléfonos móviles, ordenadores, portátiles, sino también de la Segunda Guerra del Congo, de la que tomaron parte, además de este país, los ejércitos regulares de Ruanda, Burundi, Zimbabue, Angola, Chad, Sudán y Namibia, dejando tras de sí un reguero de más de cinco millones de muertos.
La riqueza geológica del Congo ha escrito gran parte de su historia contemporánea, después de que, en 1885 pasara a formar parte de la propiedad privada del rey belga Leopoldo II. Ahora, 125 años después, este país de más de 65 millones de habitantes, con una tasa de alfabetización del 81 por ciento y una esperanza de vida de 53 años, celebra su medio siglo de independencia.

Un periodo en el que tan sólo ha habido cabida para cuatro años de democracia y estabilidad, en un país que ocupa el puesto 136 del Índice de Desarrollo Humano, en el que queda todo por hacer y dónde las carencias en educación y seguridad harán que, con seguridad, no celebren el cumplimiento de los Objetivos de Milenio para 2015.

Sobre la situación actual en el Congo hablamos con Jen Arsène Yao, redactor de la revista Mundo Negro y natural de Costa de Marfil, que ha tenido la ocasión de viajar a la capital, Kinshasa, en 2007, quien ve en actos como el Mundial de Sudáfrica, un ejemplo de lo que este continente puede llegar a hacer.

“Espero que sirva para que nos superemos y no para que nos ayuden. Nosotros podemos hacerlo”.

Hace días se celebraba la independencia de El Congo, ¿existen motivos para la celebración?

Creo que motivos de celebrar algo siempre los encontramos. Ahora bien, las dimensiones de la celebración son las que pienso que habría que cuestionar. Motivos sí, hasta 1960 la RDC era una colonia y había todo un sistema de separación: los belgas vivían en un sitio y los nativos en otro. Incluso las condiciones de trabajo de los nativos no eran las mismas que las de los belgas.

Cuando, por ejemplo, el Congo logra la independencia en los 60, no sé si tenía ni tan siquiera un médico nativo, ni tan siquiera un abogado nativo. Cincuenta años después hay médicos congoleños,  si bien es cierto que muchos han tenido que marcharse del país por los diferentes conflictos. Hay abogados, hay mujeres que tienen cargos importantes, y por lo tanto, creo que esos avances merecen ser celebrados.

Ahora, quitando este punto de comparación entre la época colonial y la época actual, creo que si queremos mirar la evolución del país desde los años 60 hasta ahora, pocas cosas tendrían que celebrar los congoleños. Dentro de la época independiente, celebraciones las mínimas.

¿Cree que se mantendrá la estabilidad política en el futuro?

Primero he de celebrar que en el año 2006, tuvieran lugar por primera vez unas elecciones democráticas, reconocidas, y limpias dentro de lo que cabe esperar en un país tan grande como el Congo, en el que de norte a sur hay más de 2.500 Km. Un país que carecía de infraestructura, con una logística mínima: la gente para votar tenía que caminar en torno a unos 10 Km. Y a pesar de todas estas limitaciones, se pudieron celebrar unas elecciones que han aportado una cierta estabilidad para el país, aunque siempre con las incursiones exteriores de los rebeldes hutu-ruandeses en la zona de Kivu al este del país y también de los rebeldes ugandeses del Ejército de Liberación del Sr. Joseph Kony.

¿Ha sido para El Congo un problema haber contado con tantos recursos naturales?

Indudablemente. Hace poco hablaba con el embajador de Senegal, Abas Ndiour y me decía que Congo es un escándalo geológico. Efectivamente, yo estuve ahí y lo primero que dije es que nadie en el Congo me puede decir que muere de hambre porque tiras una tierra y le salen raíces por la riqueza misma del suelo.

«Tiene unos recursos hídricos importantes. Yo llegaba a un sitio y me decían ese es un arroyo y aquello que me enseñaban como un arroyo es el Ebro aquí en España, incluso es el río más grande de Costa de Marfil».

De ahí que el suelo sea objeto de tantas  codicias. Nada más conseguir la independencia, fue azuzado por los belgas para que la región suroriental de Katanga se autoproclamara independiente porque había muchos yacimientos allí. Más adelante, en los 80 y 90, con los conflictos en la zona oriental aprovechados por Ruanda, Uganda  e incluso Zimbawe para sacar recursos naturales. Algo que continúa en la actualidad.

«En 2009, hasta el presidente francés Nicolás Sarkozy propuso, en un arrebato de ingenuidad, que el Congo, Ruanda, Burundi y Uganda explotaran conjuntamente recursos naturales del primero para así poder calmar los asaltos de los países vecinos. Como si, por ejemplo, Francia aceptara que Lille volviera a ser belga después de muchos años».

¿En qué situación está la relación con los países vecinos?

Algo ha mejorado. De hecho, el 30 de junio, cuando se celebró de manera oficial la independencia, con la asistencia del rey belga, estuvieron también el presidente de Uganda, el presidente de Ruanda y varios otros jefes de países vecinos.

Por ejemplo, con Ruanda, que es realmente el principal ‘enemigo’ del gobierno de Kinshasha, se han vuelto a establecer las relaciones diplomáticas. Ahora, hay un embajador ruandés en Kinshasha y en Kigali hay un embajador congoleño. Además, a finales del 208, Kigali y Kinshasha organizaron conjuntamente, con sus ejércitos, una batida contra los rebeldes hutu-ruandeses que estaban todavía en el Congo. Han dado pasos de entendimiento, ahora queda que eso dure en el tiempo. De un lado y otro intentan mejorar las relaciones.

¿Cómo valora el papel de la comunidad internacional?

La ONU siempre ha estado ahí y ha hecho lo que ha podido. Pero yo creo que aquí más que la ONU como tal, son las diferentes potencias con interés en la zona, las que están intentando o por lo menos quieren que se oiga algo la voz del Congo.

«Digamos que el hecho de que el Congo sea un conflicto olvidado nadie lo niega. Yo creo que todo lo que está pasando no es voluntad propia de los congoleños, sino que están sufriendo las consecuencias de un conflicto cuyos intereses están fuera».

¿Cómo vive la población?

Cuando juró su cargo en 2006, el presidente Joseph Kabila, presentó un programa en el que hablaba de aspectos como la reconstrucción de todas las infraestructuras del país, la dinamización de la economía, asuntos sociales (ampliar el acceso a la sanidad de la población en general, el sistema educativo), y creación de empleo. Eso fue en 2006. En 2007, cuando nosotros estuvimos, la situación no había cambiado y creo que, cuatro años después,  ese programa que presentó en 2006 es todavía válido.

«En muchas zonas del Congo, por ejemplo, en la zona de Kisangani, el hospital que  sería aquí como un  hospital regional, tiene todos los muros caídos, yo tengo fotos y, cuando lo vi, me  dije: ‘aquí entras enfermo y sales más enfermo todavía’. Incluso estar en casa es mejor. Y la población para acceder a un centro de salud, lo que sería aquí un dispensario, un centro de salud local tiene que caminar en muchas ocasiones entre 20 y treinta kilómetros».

Con la educación pasa lo mismo. En las grandes ciudades, el gobierno trata de pagar los sueldos de los profesores.  Sin embargo, en las zonas rurales, son los padres los que tienen que poner dinero para que algún maestro enseñe a sus hijos.

¿Se ha mejorado algo en la alimentación de la población?

Antes los hombres se dedicaban a la guerra, eran fuerza en los combates. Ahora, con la paz, esa situación no se da. En las zonas que hay tranquilidad, los hombres tienen tiempo y seguridad para cultivar sus campos. En las zonas urbanas es complicado, el dinero del padre no da para mantener a la familia y es un fenómeno normal ver a niños pidiendo en las calles

¿Es posible cumplir los Objetivos del Milenio para 2015?

Para 2015, imposible.