
¿Sabías que gracias a unos periodistas y unos médicos cabreados nació Médicos Sin Fronteras (MSF) en 1971? Unos estaban frustrados porque se les impidió informar del genocidio de los «ibo» en Biafra (Nigeria) en 1968, y otros, por la ineficacia con la que se atendió a las víctimas de las inundaciones de 1970 en Pakistán Oriental (actual Bangladesh). Cuatro décadas después, esta organización, que tiene unos 27.000 trabajadores y 5 millones de socios, no quiere celebrar su cumpleaños.
Y no lo desea porque considera que la ayuda humanitaria «nunca» ha estado tan «explícitamente manipulada» ni «tan violentada» sobre el terreno como ahora por ser un instrumento al servicio de la política y por utilizarse como propaganda de una intervención o estrategia militar.
Así lo ha afirmado el presidente de MSF en España, José Antonio Bastos, que añadió que esta «politización» y «militarización» de la acción humanitaria, que debe ser necesariamente neutral, imparcial e independiente, obstaculiza el acceso a las poblaciones necesitadas de ayuda urgente en escenarios de conflicto.
Esta organización médico-humanitaria afirma que las crisis que atiende actualmente recuerdan mucho a las de hace cuatro décadas, con «bolsas enormes de sufrimiento humano a las que el sistema humanitario internacional oficial (gobiernos y organismos internacionales) no acaban de llegar a responder. Sigue haciendo falta ayuda«.
Pero hay una cosa que preocupa especialmente a MSF y que ha contribuido a limitar el accceso humanitario a las poblaciones en zonas de conflicto: la oficialización del supuesto rol humanitario de los ejércitos. Bastos propone que las fuerzas militares se ciñan al trabajo logístico y de protección de la población civil porque la confusión entre lo militar y lo humanitario coloca a las organizaciones humanitarias independientes en uno de los bandos en conflicto a los ojos de las poblaciones afectadas y de los grupos armados.
«Hoy es más difícil que nunca tener acceso a las poblaciones en situaciones de conflicto. Nunca antes la acción humanitaria ha sido tan violentada, manipulada, instrumentalizada y mal recibida por las poblaciones y los grupos armados», apostilló.
Un ejemplo de la militarización de la ayuda humanitaria ocurrió en Afganistán tras los atentados del 11-S, con movimientos de militares sin uniforme en vehículos de color blanco, idénticos a los utilizados por las organizaciones humanitarias, o la distribución de comida o ayuda a cambio de información sobre los talibanes.
Además, MSF considera que la ayuda se ha politizado como en Somalia, donde la asistencia ha sido utilizada como una recompensa para quienes están en el lado «correcto» del conflicto y un castigo para quienes están en el lado «equivocado».
Más de la mitad de los proyectos de Médicos Sin Fronteras se desarrollan en escenarios de conflicto, posconflicto o alta inestabilidad.
Bastos enumera varios desafíos que debe afrontar: la crisis económica, que hace que el trabajo humanitario vaya «marcha atrás»; que «el sistema humanitario no funciona bien», como, a su juicio, se ha demostrado con el terremoto de Haití; la desnutrición infantil y los «conflictos olvidados» en países como la República Centroafricana.