En este blog ya hemos indicado la relación existente entre dormir mal y la enfermedad de Parkinson y, por ejemplo, el artículo ganador de la última edición de los Premios FEP versaba sobre este mismo tema.
Recientemente hemos sabido, además, que un 96% de los pacientes con Parkinson sufre algún trastorno de sueño, según explicó el Director de la Unidad Multidisciplinar del Sueño del Hospital Clínic de Barcelona, Juan Santamaría.
Santamaría aportó este dato en una conferencia que impartió en la Asociación Catalana para el Parkinson (APAC) sobre los trastornos de sueño y la relación con esta enfermedad, y explicó, asimismo, que los pacientes suelen explicar estos problemas de regulación de sueño a su médico.
Según los estudios realizados por esta unidad del Clínic, un 79% de los pacientes con Parkinson tiene que levantarse al baño durante la noche; un 65% es incapaz de girarse en la cama; más de la mitad sufre calambres y dolores; un 48% tiene pesadillas y tan solo el 4% manifiesta no tener ninguna alteración, explicó el neurólogo.
Para Santamaría, todos estos trastornos se pueden englobar en tres tipos diferentes según las consecuencias que produzcan. Estos son: la somnolencia excesiva durante el día, el insomnio y los trastornos conductuales durante el sueño.
La somnolencia produce que los pacientes se duerman durante el día en situaciones pasivas e incluso activas, al tener lo que se conoce como un ‘ataque de sueño’. Dichos ‘ataques’ suelen ser más frecuentes debido a la medicación contra el Parkinson, la inactividad, la mala calidad del sueño nocturno y la propia enfermedad, que afecta a partes del cerebro relacionadas con el sueño y la vigilia.
Por otro lado, de entre los Trastornos de Conducta del Sueño (TCS), el más frecuente es el Trastorno de Conducta del Sueño REM (TCSR), que se produce en la fase en la que más actividad cerebral se registra y que produce conductas excesivas del paciente durante el sueño, tales como puñetazos y patadas o alteraciones del contenido del sueño.
Todo esto produce un agotamiento físico e incluso mental del enfermo, y por tanto una reducción del descanso, que es clave para frenar la progresión de la enfermedad.